Capítulo 53. Leighton.

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–Pero, alguien tiene que dar las conferencias.

Me estaban hinchando las narices por no decir otra cosa.

–Yo no voy a Madrid. Hay mucho trabajo aquí. Puede ir cualquiera. Los proyectos están aprobados, no será muy complicado dar unas cuantas charlas para que entren por el aro.

–Eres el mejor Doctor en pediatría que tenemos, aparte de uno de los jefes directivos de los hospitales. El único de los aquí presentes que tiene experiencia y quién conoce todos los puntos fuertes y débiles del proyecto.

Rafael estaba convenciendo a todos los directivos y ejecutivos que debería ser yo quien viajase a Madrid y la junta al completo tomó la decisión.

¿De qué me servía tener el cincuenta por ciento de las acciones si me tocaba comerme el trabajo duro? El motivo por el cual no quería ir, era esa mentirosa de ojos oscuros tan loca como su abuela y tan atrayente que me nublaba la razón.

Habían pasado semanas y seguía en mi mente, como un fantasma, martirizándome y haciendo de mis sesiones de sexo una auténtica pesadilla. Eso, si es que conseguía tener sexo antes de cagarla con la mujer en cuestión.

El miércoles salía mi vuelo a Madrid, a las ocho en punto de la mañana.

María lo tenía todo preparado. Sabía, que solía hablar a menudo con Rocío.
Sin que lo supiese, escuchaba a escondidas y oía a la mujer reír a carcajadas que, amortiguaba con la mano, para evitar mi humor de mierda. A veces me sorprendía sonriendo como un auténtico capullo y eso me cabreaba hasta el extremo de reventar lo primero que pillase.

–¿Señor Carrington?

María llamó a la puerta con miedo, debería ser terrible trabajar para alguien tan irascible y gilipollas como yo.

–Adelante. ¿Está todo listo?

–Sí, señor, tiene las maletas en el hall.

–Dígame.

–No sé cómo pedirle este favor, pero… sé que va a Madrid y yo…

¡A no, eso sí que no! Las palabras Madrid y favor en la misma frase. NO.

Mi cara tenía que ser un poema, por la cautela que se tomaba para hablar.

–Sé que no debería pedírselo, pero hablé con la señorita Fernández y le prometí… Sé que su motivo de viajar es por trabajo, pero…

–María podría darse prisa en pedirme lo que sea que vaya a pedir.

-Me gustaría acompañarle si no es mucha molestia. Me quedaría en un hostal cerca de su hotel por si me necesitase.

–Hace unas semanas que…

Lo pensé. << Solo hace un puñado de semanas que se marchó>>. ¿ Qué necesidad tenía de verla? NINGUNA.

Sus ojos brillaban con esperanza y sus manos entrelazadas a modo de ruego, me hicieron cerrar fuerte los ojos y tomar una decisión precipitada, qué sabía, me traería consecuencias.

Por un lado me iría bien tener a la resolutiva María cerca, por otro lado, era consciente que trataba de buscar una excusa para hacer un encuentro casual con esa bruja madrileña.

En el Ritz, no necesitaría a María y, mi secretaria dentro de las oficinas, se encargaría de todas mis necesidades

–Venir a Madrid...

Pensé en voz alta.

–Serían un par de días, tres a lo sumo.

–Compraré un billete para usted, me vendrá bien tenerla cerca por cualquier imprevisto.

Pero tú... ¿Qué te crees? (Completa)Donde viven las historias. Descúbrelo ahora