Capítulo 38. Leighton.

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Destilaba ira por cada milímetro de su ser, lo que me hizo más gracia.

Dejé mi cabreo de lado por el desplante y me acerqué a ella, ignorando su perorata. No estaba dispuesto a entrar en detalles personales ni a abrirle mi alma, entre otras cosas porque no creía en esas cosas de las que hablaba.

Yo era el protagonista de mi propia vida, las demás personas, sobre todo mujeres, simplemente aparecían y desaparecían de ella en un espacio de tiempo programado a mi antojo y, eso, era algo que pensaba continuar haciendo.

Expresarle lo que pudiese o no sentir conllevaba que Rocío sería una de las actrices principales en mi propio show. No, eso no ocurriría mientras pudiera evitarlo.

-¡Venga, era un juego!

Dije divertido.

-No era un juego. No me estaba riendo.

-Sí que lo era. Ponte el casco y sube al quad.

-Ni muerta.

¿En serio ahora se ponía terca?

-¿Piensas ir andando? Se te hará de noche a mitad de camino.

-¿Y eso te importa mucho? ¡Largo de aquí! ¡Ahora!

-Rocío.

Ya no estaba riéndome, es más, tenía ganas de cogerla en brazos y subirla yo mismo al quad si fuese necesario.

-Rocío.

Le sujeté del brazo y de un tirón se soltó alejándose con la mirada encendida de rabia.

-No estoy jugando. Nos vamos.

-Tú-no-mandas-aquí.

Que hablase entre dientes me dejaba más claro que con ella era por las malas.

-Sube al quad. ¡Ya!

-¡Y una porra! Ahora soy yo la que no se quiere ir.

Volví a acercarme y salió corriendo, desafiándome con la mirada.

-Voy a contar hasta cinco y si no has subido, vas a verme por primera vez, cabreado de verdad.

-¡Uy, qué miedo me das!

-No seas cría. Uno.

-¡Qué te den!

-Dos.

-Me importa una mierda que cuentes.

-Tres.

-¡Imbécil!

-Cuatro.

-Y ahora viene el cinco, ¡enhorabuena sabes contar!

-Cinco.

La cogí en volandas y la aprisione contra mí cuerpo, mientras pataleaba y chillaba como una loca.

-¡Suelta! ¡Joder, déjame en paz!

-Si te suelto ¿vas a estarte quieta?

-¡No!

-Entonces estaremos así un buen rato.

-¡No seas crío y suéltame!

-Lo que se me ocurre ahora no es de críos.

Me ponía a cien cuando se volvía una niñata. Jamás una mujer me había rechazado y aunque podría estar cansado de aguantar tonterías, lo cierto es que me divertía, a partes iguales que me cabreaba.

-Que te den por el...

La coloqué sobre mi hombro y dio otro grito sin terminar la frase.

-Malhablada.

Pero tú... ¿Qué te crees? (Completa)Donde viven las historias. Descúbrelo ahora