Capítulo 36. Leighton.

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Ya no tenía sentido que, tanto Mina como Rocío siguieran ocupando mi espacio. Mientras le observaba salir de la ducha y alejarse sin decir nada, tomé la decisión que debí tomar mucho antes. ¡Total!

Mina estaba bien, al menos, todo lo bien que se podría estar en su situación. El TAC no desveló nada extraño o peligroso producto de la caída y tan pronto Alma me informase, sobre la preparación de la fiesta, que había decidido organizar, para el cumpleaños de Rocío,  podría continuar con mi vida.

Estaba decidido. Las dos tenían que largarse de aquí en cuanto antes.

Salí de la ducha con determinación, permitiéndome sonreír por volver a recuperar mi normalidad y mi vida.

Para mantenerme ocupado y puesto que no me apetecía estar dando vueltas alrededor de Rocío o su abuela, me encerré en el despacho. Aproveché a leer los documentos que me había traído Laura y de paso a organizar la agenda de mi vuelta al trabajo. La primera vez en dos años que me tomaba vacaciones y era lo peor que había hecho en toda mi vida.

¿Descansar? Joder... Estaba más estresado que antes.

Con ese pensamiento aun rondándome la cabeza, llamaron a la puerta.

–Adelante.

–¿Señor Carrington? La comida estará servida en cinco minutos.

–Gracias María. Puede retirarse.

Me pincé el puente de la nariz y cogí aire.

<<Un poco más y todo habrá terminado>>.

Marqué el número de teléfono de Brad y esperé a que contestara.

–¿Va todo bien?

–Dime que ya está todo listo para que pueda seguir con mi vida.

–Ya está todo listo.

-–Estupendo.

Escuché la voz de Alma alejada del teléfono.

–Si es Leighty dile que hasta mañana no podrán venir.

–¿Lo has oído, capullo?

Bufé y cerré los ojos en un intento de controlar el cabreo.

–La fiesta tendrá que adelantarse a esta noche.

Por fin su mujer cogió, más bien, arrancó, el teléfono de las manos, del calzonazos. Ya estaba tardando.

–¡Ah, no! ¡Ni lo sueñes! La fiesta será mañana por la noche. Aún me quedan algunos detalles por terminar.

–¿Me porté mal contigo en otra vida?

–Leighty, cariño. Como me fastidies la sorpresa tendrás que vértelas conmigo. Y créeme que no te iba a hacer gracia. ¿Lo has entendido?

–Claramente.

–Pues eso. Te paso a Brad.

–¿Te gusta cabrear a mi mujer para que luego tenga que disculparme por ti?

–Que seas un calzonazos no tiene nada que ver ¿no?

–El problema, no es lo que creas que soy, sino lo cargante que resultas a veces… siempre. ¿Qué pasa?

–Pasa, que en mi casa hay más personas de las que debería. No creo que aguante un día más.

–Pues vas a tener que hacer el último esfuerzo. La idea de llevártelas a casa fue tuya.

–En que momento...

–En el momento que decidió tu miembro por tí.

–¿Te tiene tan cogido por las pelotas que no puedes decir polla?

–Fuck you.

–Gracias.

Puede que algo hubiera cambiado después de salir del gimnasio y la ducha. Puede que comenzase a verle diferente, a la idea preconcebida que tenía de ella. Puede que me imagináse cosas que no iba a permitir imaginar... Y por ello, tenía que recuperar mi casa y mi puta soledad tranquila.

Me senté a la mesa junto a Mina con Rocío enfrente de ambos. Apenas me miraba y yo se lo agradecía en silencio.

–Bueno abuela… ¿Qué tal el paseo?

–Muy bien cariño ¿Qué tal habéis pasado la mañana?

–Bien.

Miró su plato de fabada y jugueteó con la cuchara.

–Me ha llamado el mecánico hace un rato.

–Qué bien cielo. ¿Qué ha dicho?

–El sábado podré ir a recogerlo.

–Yo puedo llevarte. ¿Está seguro que lo ha arreglado correctamente?

–Es mecánico…

¿Y…? Podría quedarse tirada de nuevo con esa chatarra. Fruncí el ceño y solté la cuchara con fuerza. Ninguna de las dos dijo nada referente a mi mal humor.

–¿Crees que aguantará? Estaré preocupada…

Mina, rompió el hielo.

–¡Claro que aguantará! No te preocupes abuela.

Llenó la cuchara y se la llevó a la boca, mientras clavaba sus ojos en los míos. Esta era la comida más incómoda de mi vida, había un ambiente enrarecido del que no quería formar parte.

–Deberías quedarte hasta que lo vea otro mecánico. No me fio.

¿Por qué había dicho eso? Mi intención era deshacerme de ella, no invitarla a quedarse más tiempo del necesario.

–Aguantará el viaje.

–Creo que este buen mozo tiene razón hija, al menos deja que lo mire otro, será más seguro.

–Abuela, Twinguito puede con unos cuantos kilómetros. Iré despacio y te llamaré cada hora para que veas que nadie va a morir en los próximos veinte años.

Me dio un ataque de tos. Mina me dio palmadas en la espalda y Rocío se puso en pie. Para mí, ese comentario estaba fuera de lugar teniendo en cuenta la situación, claro que, ella no sabía absolutamente nada y no lo sabría hasta que no fuese demasiado tarde.

–¿Estás bien hijo?

–Se me fue por otro sitio. Si me disculpáis.

Sentí la mirada de ambas mujeres mientras me alejaba de la mesa y conseguía desaparecer de allí.

Estaba comenzando a agobiarme, casi dándome un ataque de nervios y ansiedad sin explicación alguna.
Tener a Mina y su nieta en mi casa, el lugar que consideraba mi refugio, dónde nadie podía controlarme, mi lugar imperturbable… y esa situación, me estaba afectando.

Me gustaba estar sólo, sin escuchar las risas de una mujer que intentaba restablecer mi criterio, sin siquiera ser consciente de ello, sin una mujer, que desequilibrase mí impasibilidad y que, por supuesto, no destrozase un sofá de veinte mil euros, elegido por mi ex.

Volví al despacho, dejándome caer en el sillón frente al escritorio, saqué el móvil del bolsillo y busqué el WhatsApp de Laura, pero no fui capaz de escribir nada, aunque sabía que la debía una disculpa.

Pero tú... ¿Qué te crees? (Completa)Donde viven las historias. Descúbrelo ahora