Capítulo 18. Leighton.

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Tras pasarme todo el día en la clínica, tenía claro que no iba a cenar en el hotel de mi hermano.

Tenía que llamar a Mina para ver que se encontraba mejor. La noche anterior hizo un esfuerzo sobrehumano para disimular ante todo el mundo.

Estaba absorto en mis pensamientos, cuando unos golpes en la puerta me sacaron de mis divagaciones.

–Adelante.

–Ya no quedan más pacientes, doctor Carrington.

–Gracias Carolina. Puedes marcharte.

–De nada.

Se giró para salir de la consulta y volvió a mirarme con una media sonrisa en los labios.

–He pensado que podríamos cenar. Mi novio pasará fuera un par de días y no me gusta estar sola en casa.

–Esta noche tenía pensado descansar en mi casa, pero te agradezco la oferta. Seguro que encontrarás algo que hacer para no estar sola.

Arrugó el gesto fastidiada. No iba a repetir con ella, eso lo tenía bien claro.

<<No me vendría mal desconectar de tías unos días. O al menos dejar de meterla en el lugar que me da de comer>>.

–Bueno, si cambias de idea, esta es mi dirección.

–Ya sé cuál es tu dirección.

Se acercó contoneándose de tal forma que me insulté por ser tan gilipollas de no aceptar su invitación. Metió el papel escrito en el bolsillo de mi uniforme con dibujos de juguetes y globos, mientras se inclinaba sobre mi silla colocando su rostro a escasos milímetros del mío.

Aparté la cara cuando sentí que estaba tardando demasiado en separarse y, al darse por aludida, tratando de no mostrar el desagrado de mi negativa, se incorporó y salió por la puerta dejándome claro lo que iba a perderme por mi cinismo.

                              ...

Me senté en el porche junto a Black con una cerveza y los Airon Maiden sonando a todo trapo dentro de casa, mientras mi móvil no dejaba de sonar.

– ¡No me mires así! ¿Acaso vas a cogerlo tú?

Levanté la ceja al perro que me miraba atento. Ladró y volvió a tumbarse moviendo la cola.

– ¡Está bien! Perro del demonio... ¿Diga?

– ¡Por fin te localizo!

– ¿Ocurre algo?

– ¡Por supuesto que ocurre algo! ¿En qué diablos estás pensando?

–Alma, no necesito que tú también me eches la bronca.

–A ver… sabes que te quiero, pero tienes un serio problema de voluntad cuando de mujeres se trata. Ya sabes de qué te hablo.

–Lo sé…

Puse los ojos en blanco, mientras le daba un trago a la cerveza.

–Deja de poner los ojos en blanco que te conozco.

–No estaba… Da igual.

–Mira, tú solo mantén la bragueta lejos de Rocío. Tienes a cualquier mujer y justo te la llevas al picadero. ¡No quiero escuchar ni una excusa!

– ¿Desde cuándo te ha preocupado mi vida sexual? ¿Y desde cuando sabes lo de mi picadero? Además, creo que ya hablamos anoche y…

Me reí, porque sabía que eso le haría cabrearse más.

–Leighton, soy la mujer de tu mejor amigo y socio, tú… tú… y Adamina… A esa mujer no le conviene que le den más preocupaciones. Además, Rocío no es como las mujeres que acostumbras a meter en tu cama. Y no, no hablamos de nada, porqué me dijiste que no pasó nada, quise darte un voto de confianza…

– ¿Y qué te hace pensar que no es como las demás?

–Me cae bien, para empezar.

Iba a rechistar pero ya había cogido carrerilla y nadie iba a pararla.

– ¿Crees, por el bien de todos, que podrás comportarte? Además tiene novio. No seas capullo.

Estaba a punto de contestar que dos no follan si uno no quiere, pero me mordí la lengua.

– ¿Te han obligado a darme el sermón?

–Cariño, esto no es un complot en tu contra. Todos estamos preocupados por ti.

–No hay razón. Estoy perfectamente.

–Sí, ya. Mantén tu libido en los pantalones.

–Mantendré mi libido a raya de “doña toca-huevos”. Tranquila.

–A veces no me creo que tengas la edad que tienes. ¡Leight, cariño, va en serio! Déjala en paz.

Cuando quería, esa mujer daba miedo. Aparte de las hormonas revolucionadas por el embarazo, su carácter siempre había sido fuerte, por eso la quería.

Pero tú... ¿Qué te crees? (Completa)Donde viven las historias. Descúbrelo ahora