Capitulo 45

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—Y mi papá viene los fin de semanas.—La Emi sonríe de lado y se acerca más a mí.

—Qué bacán igual la relación...—comento, con un poco de envidia, he de admitir. Ella asiente y bota aire.

—O sea, igual tienen sus discusiones... Pero siento que dentro de la familia mi hermana y yo somos las que más peleamos.

En ese momento recuerdo el problema con su hermana, la cual, a pesar de haberla visto solo una vez, no me agradaba mucho debido a que cada vez que discutían, la Emilia se achacaba y podía estar todo el día así. O por lo menos así lo vi hace un tiempo.

—¿Cómo vay con eso?—pregunto en un murmullo, viendo como sus cejas se alzaban.

—Cómo siempre.—se encoge de hombros, poniendo ambas manos debajo de su mejilla.—Aunque ya no nos vemos tanto porque está todo el día pololeando, o carreteando...

Asiento levemente, mientras le acaricio la cintura por debajo de la polera, observando sus ojos, pensando en que podría estar viéndola fijamente todo el día, incluso podrían ser mi distracción.

No podía creer que hace un par de minutos estábamos teniendo el momento más intimo de todos, el cual podría declarar como único. Y tampoco podía creer que en el último minuto me arrepentí de tener sexo. No sabía porqué, pero algo dentro de mí hizo que me detuviera, cosa que me frustró mucho, porque me consideraba preparado para tener mi primera vez con ella. Mi única respuesta a eso era lo mal que me sentí la noche anterior y luego, en la mañana. En donde estuve fumando hierba, pensando en todas y cada una de las palabras que decía esa carta que me dejó la Tere.

—¿Te han dicho alguna vez que tu cara se parece a la de un gato?—habla de repente, sorprendiéndome y provocando que suelte una pequeña carcajada.

—No...—respondo, aún con ganas de reírme.

—Tenís cara de gato. Así como... No sé.

Se vuelve a acercar a mí y pone una de sus piernas encima de la mía, haciendo que me remueva en mi lugar para poder acomodarme y así estar más cerca.

—Eris muy lindo.—susurra, acariciando mi mejilla.

Frunzo el ceño y mis labios, mientras entrecierro mis ojos, dándole a entender que esas palabras hicieron que me cohibiera.

—¿Te tengo enamorada?—pregunto en tono de broma.

—Si viera el amor con tus ojos, creo que sí... Pero, como no es así, solo me tienes...

—Enamorada.—vuelvo a decir con una risa entremedio, provocando que ella también se ría, mientras niega con la cabeza.

—Es una hueá muy rara.

De repente, y como una ráfaga de viento llega esa inseguridad que tanto odio y el arrepentimiento por haberle dicho que estaba enamorado de ella hace un par de semanas me invade de manera súbita.

—¿Pasa algo?

Su ceño se frunce y comienza a hacerme cariño en el pelo. Niego con la cabeza de inmediato, sin embargo, en un par de segundos me arrepiento, por lo que decido hablar.

—Me arrepiento un poco de haberte dicho que estaba enamorado de ti.—Cuando veo confusión y un poco de preocupación en su rostro, me apresuro a explicar el porqué.—Siento que fue ahueonao de mi parte, porque de alguna forma u otra siento que te estoy presionando a sentir lo mismo...

—Nop.—niega con la cabeza.—Tú no me presionas, yo tampoco. Estoy feliz así. Contigo.

Pone sus manos al rededor de mi torso y me presiona hacia ella, haciendo que nos abracemos, disfrutando el aroma de ambos. En el momento en que iba a volver a insistir, sentimos el ruido de las escaleras, el cual nos da a entender que ya no estamos solos y provocando que ambos nos miremos en alerta mientras nos separamos. Con un poco de pesar por mi parte, porque quería estar así por siempre.

Ni tan zorrónDonde viven las historias. Descúbrelo ahora