Capitulo 22

1.2K 97 25
                                    

PABLO:

Cuando escucho esas palabras, la preocupación aumenta y me levanto de la cama en un abrir y cerrar de ojos, ignorando el latente dolor de mi torso.

—Puta el Félix, hueon.—murmuro y abro la puerta.

Siento los pasos de la Emilia detrás mío, mientras que bajo las escaleras. Cuando salimos, vemos a la Ale intentando, con todas sus fuerzas, mantener al Félix de pie, mientras que él balbuceaba apenas.

Camino hacia la reja y la abro rápidamente. Me acerco al Félix, pongo su brazo al rededor de mi cuello y rodeo su cintura. La Emilia cambia de puesto con la Ale y ésta suelta un suspiro mientras que nosotros arrastramos a mi amigo hacia el living.

Lo dejamos en el sillón y él nos mira fijamente con una sonrisa floja tirando de sus labios.

—¿Dónde lo encontraste?—le pregunto a la Ale.

Ella cierra la puerta y se pone al lado de la Emilia.

—Estaba en los locales de completos.—responde y yo frunzo el ceño de inmediato. La miro con duda y ella bota aire.—No entiendo cómo, pero me llamó diciendo que estaba ahí y que necesitaba hablar contigo, pero que estaba perdido.

Mi mirada de inmediato escudriña al Félix, quien me mira con culpa. Tenía los ojos llorosos y un puchero se adueñaba de sus labios.

—Voy a hacerle un café, Ale acompáñame.

La Emilia y la Ale desaparecen de mi campo de visión y ahora centro toda mi atención en mi mejor amigo.

—P-Pablito... Perdo-Perdóname, por-por favor...—balbucea el Félix, ahora con las lágrimas mojando sus mejillas.—N-No era, t-te juro q-que no qui... no quiero mentirte pero...

—Félix, ¿perdón por qué?

—Deja... Déjame terminar po...—ahora su voz estaba quebrada y ya veía que en cualquier momento empezaba a sollozar.—N-no quie...ro mentirte... Pe-pero no tengo otra opción.—levanta su dedo índice y lo pone en mi mejilla.—Porque... porque si te cuento...—Empieza a llorar y ahora las lágrimas son más abundantes.—Si te c-cuento ¿S-Sabis que va a pasar?

Sin querer que se enoje y siguiéndole el juego, niego con la cabeza.

—T-te vay a enojar con-conmigo... por... porque te traicioné.

Frunzo el ceño y antes de preguntarle el por qué, la Ale llega con el café. Me lo pasa a mí y yo me siento en el sillón.

—Félix, yo no me voy a enojar ¿ya?—murmuro intentando consolarlo.

—Men-mentira, m-me vay a odiar...—empieza a sollozar y yo miro a la Ale y a la Emilia, quienes miraban la escena con preocupación.

Suspiro y dejo el café en la mesa de centro, para luego volver a mirar a mi amigo.

—Félix.—tomo su cara con ambas manos y lo obligo a mirarme fijamente.—yo no me voy a enojar contigo, tranquilo.—murmuro.

—¿E-En serio?—pregunta, con la voz entre cortada y apenas pudiendo respirar.

—En serio.—sonrío de lado y él asiente.

—N-No te... No te creo.—ahora niega con la cabeza y el puchero vuelve a aparecer.

Con ayuda de mis pulgares quito las lágrimas de sus mejillas y hago que apoye su cabeza en mi hombro, para luego yo rodearlo con mis brazos.

—Félix, yo no me voy a enojar, eres como mi hermano, ¿bueno?—él mueve la cabeza, y supongo que está asintiendo. Me separo de él y lo miro fijamente.—Pero después me dices, ahora tómate el café para que te pongas un poco mejor.

Ni tan zorrónDonde viven las historias. Descúbrelo ahora