EMILIA:
Cuando escucho la voz de la Ale gritando mi nombre dudo un poco en abrirle. Seguía un poco molesta. Y capaz estaba siendo un poco exagerada, pero de verdad me siento mal, sobretodo cuando se trata de tu mejor amiga. Además, odiaba cuando alguien venía a mi casa sin avisar.
Bufo un poco chata y abro la puerta, viendo a la Ale a través de la reja. Ya no tenía el uniforme y mantenía una sonrisa en su rostro, ajena a lo que pasaba conmigo. Porque sí, tampoco había sido capaz de enfrentarla hoy debido a que decidí que lo mejor era no pescarla tanto.
Sí, estúpido de mi parte.
—¿Qué hacís acá?—pregunto al momento de abrir la reja.
Su sonrisa se desvanece de a poco y frunce el ceño.
—Estaba aburrida en la casa y te vine a ver.—da un paso, para luego darme un beso en la mejilla.—Además, mi mamá anda pesá.
—¿Y tu papá?
Ambas comenzamos a caminar hacia la puerta principal.
—En la pega.
Una vez adentro le hago una seña para que suba y cuando estamos en mi pieza, suspiro mientras me siento en mi cama, apoyando mi espalda en el respaldo. Al segundo, la Ale hace lo mismo, apoyándose en la pared.
—Estaba pensando en que podríamos hacer panqueques...—sonríe y alza las cejas.
Presiono mis labios, mientras asiento con la cabeza, sin ánimos de hacer nada, la verdad.
—¿Y el Jeremías al final no fue a tu casa?
Miro mi celular y vuelvo a verla. Realmente quería saber si había ido o no, porque hoy había mencionado esa idea, alegando que tenía que ir a buscar un par de cosas.
—No... Me dijo que al final no, le dio flojera. Aunque probablemente esa flojera tiene nombre.
Levanta las cejas, con complicidad y vuelvo a asentir. En ese momento recuerdo al Pablo diciéndome que él ya sabía lo que pasaba entre él y el Félix. Y la verdad, agradecía que la Alejandra me hubiera ido a buscar para bailar, porque para cubrir o decir mentiras soy pésima.
Sin embargo, decido no contarle nada, porque probablemente le cuente a su primo y no quería que esa noticia generara pánico en ellos.
—¿Y tú?
—¿Yo qué?
—¿Cómo andan con el Pablo?
Me encojo de hombros y hago una mueca, dándole a entender que no quería hablar de eso. No porque estuviéramos mal con el Pablo, sino porque contarle cosas a la Ale de repente no me parece interesante.
—Ya po, cuenta.
Me da un leve golpe en la pierna y la miro fijamente.
—Ale, no tengo ganas de contarte.
En otro momento todo hubiera sido distinto y claramente le contaría, pero ahora, me encontraba molesta con ella, y no sabía si estaba exagerando, pero esta actitud de mierda era la que me salía siempre cuando me enojaba con la Alejandra.
—Ah...—chasquea la lengua y me ve seriamente.—¿Y desde cuándo?
La miro con los ojos entornados y me cruzo de brazos.
—Desde que me enteré que te diste un beso con el Marco y a la primera persona que le contaste fue a la Javiera... La mina que siempre te cayó mal y a otras compañeras.
Su boca se entreabre, dándome a entender que no se esperaba esa respuesta. Carraspea, incomoda y luego se remueve en su puesto.
—¿Y cuál es el problema?
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Ni tan zorrón
Teen FictionEl cambio de casa y de ambiente obligan al Pablo a que salga de la burbuja de ignorancia en la que ha vivido durante toda su vida. También debe enfrentarse a las inseguridades que siempre lo persiguieron y, como no, al amor.