Capitulo 5

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EMILIA:

—Permiso.—digo, con la voz más pesada.

Me carga que hayan hueones que se pongan atrás del amigo que está comprando solo para huear. No cachan qué hay gente cagá de hambre, como yo.

Cuando puedo meterme, llamo la atención de la tia y le pido el típico pan, pero esta vez añadí un jugo de naranja.

Salgo del tumulto de gente y me acerco a la Ale, quien está cruzada de brazos y con cara de paja.

—¿Vamos a donde el Jere?—propone mientras buscamos algún lugar para estar.

—Bueno.—murmuro, abriendo la bolsita que envuelve el pan.

Con la Ale caminamos con una flojera increíble en busca de su primo.

Esta semana ha estado demasiado pajera y larga. Literalmente he deseado todos los días volver al verano y no hacer nada aparte de ver series.

Lo único bueno es que ya es jueves y mañana no hay nada importante.

—¿Qué hueá?—pregunta mi amiga, haciéndome volver a la realidad.

Cacho que está apuntando hacia la banca en donde el Jeremías se sienta junto al Pablo, por lo que sigo su mano.

Frunzo el ceño y la intriga se apodera de mi sistema.

—¿Qué chucha hacen los chiquillos hablando con el hueón del Marco?—pregunta nuevamente la Ale, apurando el paso y yo siguiéndola con la bombilla de mi jugo entre los dientes.

El Jeremías nunca se ha juntado con el Marco, nunca han hablado y menos han tenido buena onda.

A medida que nos vamos acercando me doy cuenta que el Marco no está hablando de forma simpática con ellos. Lo puedo intuir porque el Pablo tiene el ceño fruncido al igual que el Jeremías, solo que éste último mantiene sus brazos cruzados y no tiene ningún audífono puesto como usualmente lo hace.

—Hola.—saludo al llegar.

Mi saludo llama su atención y los tres me miran. El Jeremías mueve su cabeza en modo de saludo, el Pablo no me pesca y el Marco me da esa sonrisa que odio de él.

—Buenaaa, chiquillas.—saluda el sacowea.—¿cómo están?

—Te vi y ahora estoy pésimo, fíjate.—le contesto cortante.

La Ale se mueve inquieta y cambia de posición su pie cada cinco segundos.

—Mal po.—mi amiga mira hacia otro lado.

—Uy, chiquillas que andan pesaditas.—comenta con humor mientras se para de la banca.—Yo solo vine a darle la bienvenida al nuevo.—le da palmaditas en el hombro al recién nombrado y se va como si nada.

Boto aire, me siento al lado del Pablo y la Ale en este caso se queda parada al frente de su primo.

—¿De verdad quería darle la bienvenida al Pablo?—pregunta.

—No, hueón.—contesta el Jeremías con el ceño fruncido.—Vino a puro huearlo.

—¿Y por qué?—me meto yo.

No hay respuesta y el silencio se apodera de nosotros.

Miro al Jeremías esperando una respuesta y éste se encoge de hombros apuntando con su cabeza hacia el Pablo. Éste no me pesca y su mirada está fija en el piso, como si nosotros no estuviéramos a su lado.

—Ya po, contesten.—insiste la Ale, con cuidado.

El Pablo y el Jeremías se miran y comienzan con un juego de miradas. El primo de mi amiga le da un asentimiento de cabeza y el Pablo bota aire.

Ni tan zorrónDonde viven las historias. Descúbrelo ahora