Capitulo 51

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No me demoré más de diez minutos en llegar a la casa de la Emi. Volvía a sentir esa agitación que sentí al salir de mi casa, aun así, no la pienso dos veces y grito su nombre, sintiéndome observado por todos los vecinos de la calle, a pesar de que en verdad, no haya nadie.

La puerta se abre, dejando ver a su hermana, quien tenía un aspecto de no haberse levantado durante todo el día; Cacho como frunce el ceño y bastaron un par de segundos para que se acercara a la reja.

—Hola... ¿Está la Emi?—estaba nervioso.

—Sí.—su voz estaba ronca y sus ojos apenas se mantenían abiertos.

—¿Puedo pasar a verla? Es que faltó al colegio y me preocupó.

No dice nada, solo asiente y luego, abre la puerta con un bostezo de por medio.

Ambos caminamos hacia adentro, y una vez ahí, ella suelta un suspiro.

Me doy cuenta de que los cojines de los sillones estaban tirados en el suelo, siendo reemplazados por una frazada y comida. A la vez que la tele estaba pausada en un video de youtube.

Me sentía como un intruso.

—Sube no más.—musita, caminando hacia allá.—Ha estado insoportable eso sí. Supongo que te va a ver a ti y se le va a pasar la hueá.

Mi única reacción es asentir, y luego comenzar a subir las escaleras, con un poco de incomodidad.

Apenas estoy frente a su puerta, dudo un poco en golpear. De hecho, me demoro un par de segundos en hacerlo. Cuando mis manos chocan con la madera, escucho un quejido del otro lado, sin obtener respuesta.

Vuelvo a tocar, y lo mismo.

—¡Qué!

—Emi... Soy el Pablo. ¿Podemos hablar?

Estaba sintiendo el impulso de abrir la puerta, sin embargo, me contengo y espero.

—No quiero hablar.—Esta vez la sentía más cerca a la puerta.

—Emi, por fa... Quiero-

La puerta abriéndose me interrumpe, dejando ver a una Emilia totalmente desarreglada, con pijama y un semblante cansado.

—Hola.—susurro apenas, queriendo abrazarla.

Me ve con los ojos entornados, mientras una comisura de su labio se estira, como si estuviera sonriendo, pero en realidad, era una mueca. Una notable mueca la cual me hace presionar los labios sin saber qué hacer.

—Te fui a buscar al colegio... ¿Por qué no fuiste?

Mi tono de voz era cauteloso, no queriendo que sonara como un reproche.

—No quise ir.—Musita y yo asiento con la cabeza levemente.

—Emi... ¿Podemos hablar de lo que pasó ayer, por fa?

Suelta un suspiro y rueda los ojos.

—No quiero, Pablo.

—Por fa, Emi.—Doy un paso hacia ella, mirándola con suplica.—Hablemos.

—Pablo, es que no hay nada de qué hablar.—levanta ambas cejas.

—Como que no hay nada de qué hablar—digo, con un poco de incredulidad.— si ayer te conté algo que te molestó. Claramente hay que hablar.

No dice absolutamente nada, solo se moja los labios y desvía su mirada hacia el suelo, para luego entrar a su pieza sin decirme nada, por lo que yo entro a la siga de ella, cerrando la puerta a mis espaldas y volviendo a hablar.

Ni tan zorrónDonde viven las historias. Descúbrelo ahora