—Pablo.—la voz del Félix hace que me detenga justo en la puerta.—Hablemos, por favor y deja de hacerte el hueón.
Cierro los ojos y boto aire. Al parecer mi plan de pasar piola no dio resultado.
—¿Qué pasó?—me hago el hueón mientras me doy la media vuelta y lo miro.
Estaba sentado en el sillón de su abuela cruzando de brazos.
—¿Por qué no me contaste, Pablo?
Frunzo el ceño, aún haciéndome el desentendido. Cierro la puerta y me acerco a él, para luego sentarme a su lado.
—¿Qué cosa?—el Félix entorna los ojos y suspira.
—Deja de hacerte el hueón...—ya se estaba enojando.—la tía Magda me contó todo.
Abro mis ojos como platos y puteo a mi mamá mentalmente.
—¿Q-qué te dijo?—mi voz sale en un hilo, porque lo que menos quería era que el Félix se enterara por otra persona.—¿por que con mi vieja?
—Todo po.—se encoge de hombros.—Que están viviendo con su vieja allá abajo y que estás yendo a un colegio municipal... También me contó el porqué.
—¿Pero cuando hablaste con mi vieja?
—Hace una semana, no estaba satisfecho con tu respuesta, así que la llamé y me contó todo. Quiero decirte que estoy contigo, Pablo.—me abraza por los hombros y yo le sonrío sin mostrar los dientes.—Pero, lo que me duele es que no me hayas contado... ¿Por qué chucha no lo hiciste?
Lo quedé mirando y él también lo hacía, esperando una respuesta. Mi cabeza estaba ideando una respuesta coherente.
—Tenía miedo de que me trataras mal...
—¿Y por qué te iba a tratar mal?—frunció el ceño.
—Porque no sé... me fui a otra comuna, colegio municipal, me tenía que relacionar con gente distinta y por lo que recuerdo tú siempre te reías de los comentarios del Aurelio. Tenía miedo de que me trataras como ese hueón trata a cualquiera que no tenga la cantidad de plata que tiene él.
—Pero Pablo...—notaba desilusión en sus ojos y me sentí mal.—yo siempre te he dicho que voy a estar para lo que necesites, incluyendo esto.
—Si sé... pero igual.—murmuro, con culpa.—Perdón, ¿ya?
—Ya... igual perdóname a mí, por no darte la confianza que necesitabas.—asiento con la cabeza.—igual debiste haber cachado que cuando el Aurelio dice algo, me río de él y no de las estupideces que dice. Si nunca me ha caído bien...—comenta con gracia.
—En todo caso—me río.—Gracias por haberles dicho que me fui de viaje.
—No hay de qué, viejito.—y dicho eso, me abrazó y me dio varios golpes en la espalda.—Ya, vamos a donde tus amigos.—dice, separándose.
Asiento con la cabeza y nos paramos para ir hacia el pasillo. Una vez ahí, nos encontramos con los chiquillos conversando efusivamente. Al notar nuestra presencia, se callaron de inmediato, haciéndome fruncir el ceño.
—Al fin... ya me estaba muriendo esperando a que llegaran.—se quejó la Ale.—más encima mis zapatillas todavía están húmedas.
—Que dramática.—la molestó su amiga.—nadie te mandó a tirarte.
—Ya, ¿vamos abajo o qué?—se metió el Jeremías.
—Vamos.
Todos bajamos y nos acercamos a la barra. El Félix tuvo la gran idea de tomar shots, así no más, sin ningún juego de por medio. Y por supuesto que los chiquillos lo apoyaron.
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Ni tan zorrón
Teen FictionEl cambio de casa y de ambiente obligan al Pablo a que salga de la burbuja de ignorancia en la que ha vivido durante toda su vida. También debe enfrentarse a las inseguridades que siempre lo persiguieron y, como no, al amor.