Capítulo 28

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Cuando llego al local en el que el Félix iba a cantar, me preparo mentalmente para encontrarme con la Emilia, la Alejandra y el Jeremías; Según lo que me había comentado mi amigo es que si iban a ir e insistió demasiado a que yo fuera a pesar de mi mal ánimo al saber eso. Porque era plenamente consciente de que sería incómodo, más de lo que ya ha sido esta semana, en donde lo único que hice en la mayoría de los recreos fue estar en mi asiento durmiendo o escuchando música. Cosa que no hacía muchas veces.

Toparme con la Emilia las veces que salía al patio era desesperante, porque podía mirarla por mucho tiempo y ella me ignoraría todo lo que quisiera. Al igual que el Jeremías y la Ale. Sorprendentemente el único que me apañaba en esos momentos era el Marco, quien a pesar de que se notó muy buena onda nunca bajé la guardia, ni siquiera cuando intentaba hacerme reír diciendo que tenía un caracho insoportable.

Entro al local y veo a bastante gente. No me sorprendía, era sábado y un bar a estas horas de la noche era todo lo que los adultos querían, sobre todo cuando se trataba de música en vivo y stand-up. Luego de pasar mi vista por todo el lugar, veo al Félix en un costado del mini escenario. Estaba ajustando unos cables en el amplificador, bastante concentrado por lo demás.

—Cambia la cara.—hablo cuando llego a su lado, provocando que pegue un salto y me vea con el ceño fruncido.

Cuando se percata de que soy yo el que le dijo eso, sonríe y se pone de pie de inmediato.

—Al fin...—dice, acercándose a mí para después abrazarme.

—¿Cómo estay?

—Tranqui.—se separa de mí y se arregla el polerón. Asiento con la cabeza y por un segundo me surge una pregunta, que quiero hacersela en el momento en que comienzo a mirar hacia mi al rededor.—No van a venir, así que cambia la cara.—me da un pequeño golpe en el hombro.

—¿No?—Niega con la cabeza.

Estaba un poco tranquilo al escuchar eso, pero al mismo tiempo desilusionado porque sentía que esta era la oportunidad que tenía para hablar por lo menos con alguno de los chiquillos.

El Félix vuelve a agacharse, acomoda unos cables y después, se pone de pie para verme con una mueca en su rostro.

—¿Pasó algo?—escondo mis manos en los bolsillos de mi cortaviento. Lo miro con duda.

—Bueno, vino el Jeremías.—lo único que hace es subir y bajar sus cejas mientras mueve sus ojos, como si quisiera apuntar con ellos.

Giro un poco mi cabeza hacia la entrada y efectivamente, el moreno venía entrando con una mano en el bolsillo de su chaqueta, mirando fijamente hacia acá. Pensé que al vernos se iría a la barra o a otro lugar, sin embargo, no lo hizo y ahora caminaba directo hacia nosotros.

—Puta.—murmuro.

—En una de esas se arreglan.—contesta sonriendo levemente.

Lo miro con los ojos entornados y en ese mismo instante, siento la presencia del Jeremías. Automáticamente sentí un poco de tensión.

—Viniste.—habla el Félix, estrechando su mano con la de él.

—Si po.—se encoge de hombros.—vine en nombre de mi prima.—sonríe levemente y guiña el ojo, dejándome un poco intrigado.—Y de hecho, te mandó esto.

El castaño ve con intriga como el Jeremías busca dentro de su banano lo que sea que su prima le haya mandado. Yo los miro de soslayo, intentando entender toda esta situación en donde la Ale le manda algo al Félix, mientras que el Jeremías me ignora olímpicamente.

Luego de unos minutos, saca un papel doblado, color rojo, algo así como una cartulina, y se lo entrega.

—¿Por qué lo mandó?—pregunta mi amigo, mirando con lentitud el papel que ahora estaba entre sus manos.

Ni tan zorrónDonde viven las historias. Descúbrelo ahora