Luego de varios minutos intentando calmarme, decido irme a la sala porque probablemente mi mamá ya venga en camino y no quiero que me den otra sanción y ahora por fuga interna.
Toco la puerta y no espero a que me digan el típico "pase", tan solo entro. Cacho que todos me miran, incluyendo la profe, la cual me hace un seña para que me acerque a su escritorio.
—Joven, lo acaban de venir a buscar para que vaya a la oficina.
Puta la hueá.
—Ya...—intento devolverme hacia la salida, pero la profe vuelve a hablarme.
—Señor,—paro en seco, consciente de que todos me miran.—deje su mochila acá.
Me quedo varios segundos mirándola. Veo al Jeremías y me doy cuenta que tengo que caminar mucho si dejo mi mochila acá. Lo que significa más miradas, así que no le hago caso, salgo sin responderle nada y menos esperar a que ella me diga algo.
Cuando entro a la oficina del director me encuentro con mi mamá. Al lado de ella está el papá de Marco, supongo y éste último está delante de él, sentado.
El rostro de mi mamá al verme se deforma al tiro, hace un amago de acercarse pero yo la miro dándole a entender que no lo haga.
—Señor Bustamante, lo estábamos esperando.—dice el director—tome asiento.—señala el asiento que está delante de mi mamá.
Le hago caso y dejo la mochila en mi regazo.
—Perdón, e-estaba en el baño.—explico antes de que pudieran huebiarme por llegar tarde.
Siento como mi mamá pone sus manos en ambos hombros y me da un leve apretón.
—Entiendo...—el director anota algo en un libro y luego se pone en posición para hablar.—Bien, como les expliqué a ustedes antes de que sus pupilos llegaran...
Miró a ambos apoderados y luego nos dio un vistazo al Marco y a mí.
—Tener una pelea en este establecimiento significa una sanción grave, sobre todo si hablamos de las lesiones que se ocasionaron.—me apuntó con la cabeza.
—Si, pero director—habló mi vieja.—no cabe duda que mi hijo resultó más afectado.
—Eso es obvio, por qué mejor no espera a escuchar todo...—le respondió el tipo que estaba con el Marco con el ceño fruncido.
Mi mamá le iba a responder, pero el director no se lo permite.
—Ya.—corta.—Evidentemente Pablo resultó más perjudicado. Pero de igual forma, señora Magdalena, él también generó lesiones en el señor Rojas, aunque es leve, pero participó de esta pequeña riña.
Saca unos papeles de su escritorio y los desliza por la mesa hasta tenerlos frente a nosotros para luego dejar dos lápices al lado de éstos.
—Necesito que firmen esto, es un compromiso de convivencia.—me acerco al escritorio y leo el papel.
Básicamente era eso, un compromiso de convivencia.
—No los expulsaré, porque conozco ambas situaciones y mi intención no es perjudicar la educación de sus hijos, menos en el último año.—miro al Marco de reojo y cacho que él hace lo mismo.—Tampoco los suspenderé, pero si tendrán que hacer servicio comunitario durante dos semanas y tener charlas con el psicólogo.
Luego de más y más charla, el director permitió que mi mamá pudiera retirarme así que íbamos camino a la casa. En el camino hacia allá no pronunciamos ni una palabra, cosa que me puso muy incómodo.
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Ni tan zorrón
Genç KurguEl cambio de casa y de ambiente obligan al Pablo a que salga de la burbuja de ignorancia en la que ha vivido durante toda su vida. También debe enfrentarse a las inseguridades que siempre lo persiguieron y, como no, al amor.