Capitulo 13

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—Ya, vamos a bailar.—la Emi se separa de mí y se seca las lagrimas con la manga del polerón.

—Dale.—abro la puerta y dejo que salga primero.—Pero antes vayamos a buscar copete y a los chiquillos.

Asiente con la cabeza y comenzamos a caminar por la casa, buscando a los otros dos. De repente, alguien me toma del brazo obligándome a parar en seco. La Emilia al darse cuenta también lo hace.

Me doy vuelta y veo a todo mi grupo de amigos sonriéndome y diciendo hueás que no entiendo.

—¿A donde te habías ido, hueoncito?—pregunta el Ignacio, me suelto de su agarre y me acerco a su círculo.

De reojo veo que la Emilia se pone detrás mío, un poco intimidada. Supongo que es porque no conoce a nadie.

—Oye Pablo, pensamos que te habías muerto.—se ríe el Aurelio.—El Félix nos dijo que te fuiste de viaje...

El recién nombrado me da una mirada cómplice y creo que ya cacha toda la hueá. Por algo dijo eso, a no ser que sí haya pensado que me fui de viaje.

Me encojo de hombros sin querer dar ninguna explicación, pero me doy cuenta que no es suficiente porque todos me miran expectantes.

—Ya... no me miren así.—sonrío.—necesitaba estar tranquilo un tiempo, eso es todo.—miento.

—Está bien, perro. Tú a veces necesitai estar en esa volá.—comenta el Darío, el más volao de todos.

A los segundos después me acuerdo de la Emilia, me doy vuelta para mirarla y ella aún sigue ahí, dándome la espalda mientras mueve su cabeza en diferentes direcciones, supongo que está buscando a los chiquillos, porque ese era nuestro objetivo.

Le toco el hombro haciendo que ella se sobresalte, me mira y me sonríe sin mostrar los dientes.

Le iba a decir que me esperara un poco para poder distraer a los demás y así irme sin que me huebiaran, pero el Aurelio me interrumpió.

—¿Viniste con una minita, perro?—tenía una sonrisa socarrona.—preséntala po.

La Emilia al escuchar que se referían a ella, se comenzó a acercar. Me doy vuelta y todas las miradas están puestas en nosotros. En la Emilia, mejor dicho.

Puta la hueá.

—Es mi amiga, se llama Emilia.—ella sonríe y yo lo único que atino a hacer es ponerle una mano en el hombro.

—Hola...—dice la recién nombrada, un poco intimidada.

—Buena.—la saluda el Ignacio con la cabeza.

—Flaca, perdona por la pregunta, pero ¿Emilia cuánto? Es que tu nombre me suena un poco.—se mete el Aurelio.

—Puta, te sonará porque hay muchas Emilias po.—contesta con gracia.—Emilia Núñez, flaco.

Todos fruncen el ceño y se miran entre sí, mientras que le doy una mirada a la Emi para decirle que no les haga caso y al parecer ella me entiende.

—No me suena, pensé que era la Emi Iriguren.—el Aurelio le habla más al Ignacio que a la misma Emilia.—¿Núñez es como de plaza italia para abajo o no?—

Todos se ríen, excepto yo, la Emilia y sorpresivamente, el Félix.

—Chucha, ¿fui muy pesado?—finge una mueca.—Es que así son los de allá po, morenos... chicos y con apellido fácil.

Ni tan zorrónDonde viven las historias. Descúbrelo ahora