Capitulo 20

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—¿Qué creís que te va a decir tu mamá cuando te vea así?—pregunta la Emilia, dejando su mochila en la cama de arriba, mientras que yo me siento con mucho cuidado en la de abajo.

—Probablemente me rete...—murmuro.—La verdad no tengo idea. Siento que me va a retar más mi abuela, ella es cuatica.—digo entre risas y luego hago una mueca por el dolor en mi torso.

La Emilia suspira y se sienta a mi lado, me hace un gesto para que me acueste, le hago caso y me sorprendo cuando toma ambos pies y los pone encima de sus muslos.

—¿Por qué hay un camarote si duermes tú solamente?

No podía creer que preguntara eso tan tranquila cuando yo estaba con la vergüenza a flor de piel debido a que estábamos solos.

—E-Esta... era la pieza de los hijos de mi abuela, después fue la del nieto, así que supongo que este camarote tiene años.

—Se nota.—comenta mientras se acuesta en el colchón para luego mirar las tablas rayadas que yacían debajo del colchón de arriba.-mil nueve ochenta y ocho, somos libres.

Cuando escucho eso frunzo el ceño y miro a la Emi, quien sonreía mirando esa frase.

—¿Haz leído lo que está escrito en estas tablas?—pregunta, enderezándose y yo niego con la cabeza.-Es como un diario de vida.

Levanto ambas cejas, un poco sorprendido, debido a que he intentado leer lo que está escrito cuando me voy a dormir pero son simples "Leandro está aquí" y "Rafael está aquí", por lo que no me causan curiosidad, a no ser que hayan mensajes subliminales y la familia por parte de mi mamá sea illuminati.

—Emi.—digo su nombre y ella me mira con atención, esperando una respuesta.

Pero la verdad es que no sabía porque la llamé, fue un impulso que tuve y no tiene ninguna explicación.

—¿Qué po?—insiste, luego de que yo no haya respondido nada.

Niego con la cabeza y suspiro, ganándome una mirada con ojos entornados por parte de ella.

—No sé.—respondo con gracia y una risa colándose por los nervios.—No sé porque dije tu nombre, perdón.

—Perdonado.—murmura y niega con la cabeza.

Luego de eso un silencio nos invadió. Era raro que no fuera incómodo, sin embargo, la vergüenza y la timidez seguían presentes evitando a que yo pudiera tener la iniciativa para hablar.

—Pablo.—escucho mi nombre y miro a la Emilia.

—¿Qué?

Una vez que pregunto, ella se queda callada mientras su mirada se mantiene fija en mí, poniéndome nervioso e impaciente.

—No sé porqué dije tu nombre, perdón.—responde con una sonrisa tirando de sus labios.

Suspiro y suelto una pequeña carcajada ante su ocurrencia.

—No mentira...—vuelve a hablar.—¿Qué pensaste la primera vez al verme?

Cuando escucho esa pregunta frunzo el ceño, no entendiendo porqué me la hizo.

Me quedo unos segundos en silencio, intentando recordar ese día, sorprendentemente no olvidé ese momento. Menos mal, o sino, pasaríamos por un momento demasiado bochornoso.

—Cuando te vi...—hablo, para luego lamer mis labios.—dije en mi mente "que exagerada".—la Emilia se ríe y yo la imito.-Después cuando me empezaste a hablar como si nada pensé que eras súper confianzuda, y sobre todo cuando me sacaste a bailar. Ahí...—trago saliva.—Ahí en medio del baile me sentí en confianza y bien, como si te conociera de toda la vida, de hecho no te quise pedir el nombre porque sentía que toda esa sensación se iría.

Ni tan zorrónDonde viven las historias. Descúbrelo ahora