Capítulo 31

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Escudriño sus movimientos, no queriendo perderme de ningún detalle, por más mínimo que fuera, al mismo tiempo que me digo mentalmente que deje de mirarla porque se dará cuenta. Pero es demasiado tarde, porque al parecer la Emilia siente mi mirada y vuelve la suya hacia mí por lo que, de forma inmediata muevo mi rostro y concentro mi mirada en el Jeremías, quien tenía un audífono puesto mientras se notaba un poco perdido.

—Te cachó.—murmura con una pequeña sonrisa burlesca.—Eris muy obvio, se va a sentir intimidada.

Pone su vista en mí y yo levanto ambas cejas, queriendo que me lo confirmara de nuevo.

—Parecís psicópata.—susurra y como respuesta lo empujo.

—No puedo dejar de verla, hueón.—me quejo, apoyando mi espalda en la pared.—¿Tú la notaste incómoda en el poco tiempo que estuvimos juntos?

El Jeremías hace una mueca y niega con la cabeza.

—Yo la veía muy enganchada de ti, pensé que iban a durar más.

Lo miro con los ojos entrecerrados y él se ríe, provocando que me la contagie por un par de segundos.

—Oh... me acordé que el viernes me invitaron a un carrete, para que vayamos.—habla cuando la risa se detiene.

—Mmm... ¿quién te invitó?—pregunto, no muy convencido de ese carrete, porque no tenía ganas de hacer absolutamente nada aparte de estar en mi casa y pensar en cada acción que hice estando con la Emilia.

—¿Te acordai del Gustavo?

Me demoro un poco en procesar de quién se trataba, pero luego de unos segundos, recuerdo que era el amigo que hizo un carrete un día jueves.

—Sí...

—Ya, él... para que vayamos y te animes un poco po.—me da un par de palmadas en el hombro y yo hago una mueca.

—Ahí veo.

—Nada de ahí veo, vay a ir y punto, corta tu huebeo.—dice, recordandome al Félix, haciendo que automáticamente lo sintiera cercano.

Tenía que admitir que estos últimos días él y el Jeremías han sido un pilar que nunca pensé necesitar en un momento así. Me ayudaban a que no cayera en el desánimo súbito y eso me gustaba, porque me sentía acompañado y consciente de que podía contar con ellos. Aunque sabía que siempre ha sido así con el Félix, tener otra compañía así era bacán.

—Bueno...—me encojo de hombros.—cambiando de tema, mi mamá me contó que la tuya la había llamado para ayudarla a conseguir más clientes en lo de la costura...

El Jeremías asiente con la cabeza y me ve con un deje de orgullo y emoción a la vez.

—Sí... yo le comenté la otra vez y dijo que iba a intentar contactarse con ella... al parecer pasó.

Sonrío con un poco de emoción y mi única reacción es abrazarlo por un par de segundos.

—Gracias por eso.—hablo, separándome de él.

—No hay de qué, hermano.—vuelvo a apoyar mi espalda en la pared y él imita mi acción.—pero, no me cambies de tema, quiero tu confirmación para el carrete—me apunta con su dedo indice, mirándome con los ojos entornados. —o sea, igual te obligaré a ir pero...

No termina de decir lo que tenía planeado porque la presencia del Marco no lo permite, en ese momento nuestro ánimo decayó un poco, aunque yo ya estaba un poco acostumbrado a que apareciera de la nada.

—¿Ya se arregló la pareja?—pregunta con una sonrisa, sentándose a mi lado, para luego mirar al Jeremías fijamente.

—Hola Marco, cómo estás.—dice el Jeremías de forma irónica.

Ni tan zorrónDonde viven las historias. Descúbrelo ahora