Capítulo 32

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El Marco nos ve a ambos y nos saluda con el mentón, para luego caminar hacia un grupo de personas que al parecer, conocía, porque en el momento que él llega a su lado, todos lo reciben con sonrisas y abrazos. Por otro lado, la Alejandra se mantiene de pie, mirando a su alrededor con curiosidad, como si estuviera buscando a una persona. De reojo, veo que el Jeremías le hace una seña con su mano y ella lo ve con las cejas alzadas para luego caminar. 

—No te estaba buscando a ti, por si acaso.—le dice, dándole un golpe en su hombro.

Por la incomodidad, le doy un sorbo a mi vaso y desvío mi mirada, intentando fingir que me mantenía fuera de la conversación.

—¿Llegaste con el Marco?—escucho que pregunta el Jeremías y al segundo después, la Alejandra se ríe.

—No, hueón, me lo topé afuera.—responde. Se mantienen en silencio mientras que yo mantengo mi vista pegada en el vaso.—¿Y tú?—escucho, pero no hago caso por miedo a que no se esté refiriendo a mí.—Pablo...

Ahí levanto mi vista y la Ale me ve con los ojos entrecerrados. Mi primera reacción es quedarme en silencio y levantar una ceja, esperando a que me diga algo, porque no me daba para hablar primero. 

—¿Cómo estay?—pregunta, aún con el semblante serio, recordándome a cuando su primo me habló de la misma forma en el local la otra vez.

—Eh... bien, y tú.—respondo, esperando que haya escuchado porque no tenía ganas de decir eso de nuevo.

—Bien, esperando a que te aparezcas frente a nosotras y nos pidas perdón, o por lo menos que querai aclarar las cosas.—tenía una ligera sonrisa tirando de sus labios. 

Le doy una mirada fugaz al Jeremías y me veía divertido. 

—¿Cómo sabía yo que ustedes querían hablar si en los recreos a veces me mirabai con cara de querer sacarme la chucha?—pregunto, serio. 

—Mmm... buen punto.—me apunta.—que quede claro que me enojé contigo por un momento, pero ya no lo estoy porque no soy rencorosa.

—Ya, pero ¿me disculpai igual?—estaba avergonzado, porque a pesar de que nos tirábamos bromas, no tenía la misma confianza que con el Jeremías. 

—Si te dije que sí.—niega con la cabeza sonriendo.—Hay temas más importantes para enojarse.—suspira y le recibe el cigarro a su primo.—Como por ejemplo, el aceptar que la Emilia te pateara, ¿vo eris hueón?

La veo con el ceño fruncido mientras que botaba humo, intento entender porqué me estaba sacando en cara eso y nada pasa por mi cabeza. Porque uno, soy un cero a la izquierda para reaccionar a tiempo y dos, soy pésimo para detectar mensajes subliminales. 

—¿Por qué me decís eso?—un poco nervioso, le doy un sorbo a mi vaso.

—Uy, Pablo...—se lleva las manos a la cara y el Jeremías aprovecha de quitarle el cigarro.—Porque aceptaste así sin más lo de terminar con la Emilia.—vuelve a negar.

Esta vez soy yo el que frunce el ceño con confusión, ignorando por completo que había venido a distraerme por unas horas para olvidar lo de la Emilia.

—Porque ella me lo pidió...—respondo con tono de pregunta—no quería ser como esos hueones cargantes que insisten hasta que les dicen que sí.—levanto ambas cejas.—Con lo que conozco a la Emilia sé que me iba a decir que no y me daba vergüenza hacerlo. 

La Ale bufa y de reojo veo que el Jeremías la miraba con diversión.

—Y yo conozco a la Emilia más que a mí misma, y por mucho que lo niegue sé que si tú le hubieras dicho por lo menos perdón, ella no termina contigo.—me apunta con su dedo indice y con total confianza, me quita el vaso para darle un sorbo. 

Ni tan zorrónDonde viven las historias. Descúbrelo ahora