—¿Creis que haga algo?—pregunto guardando una taza en el mueble para luego darme vuelta y ver a mi mamá.
Tenía su vista pegada en los últimos platos que quedaban por lavar mientras fruncía el ceño.
—No sé...—responde con un suspiro de por medio.—tu papá es la persona menos predecible y por mucho que lo conozca...
Asiento levemente, encontrándole la razón. Y de hecho por eso nos manteníamos en la duda, porque no sabíamos si me denunciaría por haber peleado con él o simplemente se quedaría de brazos cruzados como lo ha hecho estos días. A decir verdad, odiaba que se mantuviera tan ausente en mi vida, por muy contradictorio que pareciera, pero prefiero eso a estar con la incertidumbre.
—O sea, si hubiera querido llamar a los pacos ya lo hubiera hecho...—murmuro, secando las tazas.
—Es que....—se da vuelta mientras se seca las manos en su pantalón.—No entiendo porqué fuiste para allá... De verdad.
Ruedo los ojos, un poco chato de volver a escuchar ese reproche que ha estado presente desde el viernes.
—Porque iba armar un escándalo. No quería que pasara nada que llamara la atención de todos.
—Ya, ¿pero a qué costo?—me quedo en silencio, siguiendo todos sus movimientos.—Haz estado pésimo de ánimo gracias a él y con crisis de ansiedad todos los días...
—Mamá, no me podis diagnosticar ansiedad, no eres profesional.—es lo único que digo, recibiendo una mirada de reproche por su parte, como si quisiera que me callase.
—Ya.—asiente.—Cambiando de tema, yo pensé que con la Emilia ya no tenían nada, pero el viernes vino para acá, ¿Cómo es eso?
Frunzo el ceño debido a que pasó a ese tema del que no quería hablar en estos momentos, porque el viernes sin darme cuenta, la había cagado. Sinceramente, prefería hablar del Guillermo.
—Somos amigos, mamá.—me ve con los ojos entrecerrados, mientras camina lentamente hacia el refrigerador.—¿Qué? ¿No se puede acaso?
—No he dicho nada.—saca un yogur, encogiéndose de hombros.—Claro que sí se puede... Pero estoy cachando que a ti te gusta más que como una amiga.
Me queda viendo con las cejas alzadas, con una clara intención de ponerme incómodo. Conocía tanto esa expresión, siempre la hacía cuando de algún amorío se trataba y nunca lograba su objetivo, sin embargo, ahora si lo estaba haciendo y me preocupaba bastante.
—¿Te gusta?—pregunta divertida y con tono burlesco.
Bueno, he de ser sincero, prefería hablar de la Emilia y pasar una vergüenza gigantesca, en lugar de sacar a mi papá a colación y ver que mi mamá se achacaba.
Me gustaba verla así.
—Obvio...—respondo.—Por algo tuvimos algo po.
—¿Y a ella? ¿Le gustai? ¿En qué quedaron la última vez que hablaron de ustedes? Cuéntame po, aprovecha que tu abuela está durmiendo siesta.—toda esas preguntas las recibo en menos de diez segundos, provocando que me sienta abrumado.
Hago una mueca, frunciendo todo mi rostro y muevo mis manos mientras le digo que se detenga. Se apoya en el mueble de la mercadería y me ve atenta, tomando del yogur.
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Ni tan zorrón
Teen FictionEl cambio de casa y de ambiente obligan al Pablo a que salga de la burbuja de ignorancia en la que ha vivido durante toda su vida. También debe enfrentarse a las inseguridades que siempre lo persiguieron y, como no, al amor.