Capitulo 7

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Dejo el vaso en la mesa, tomo la botella de pisco y le echo un poco para luego seguir con la bebida. Llegamos hace dos horas y recién es mi segundo vaso.

Le doy un sorbo y me apoyo en la pared mirando a todos los que están bailando.

Yo estaba solo. La Ale se fue a bailar a penas se armó la pista de baile, el Jeremías desapareció en un segundo y la Emilia se fue al rato yéndose a bailar también.

El Jeremías tenía razón, el carrete prendió cuatico.

Pero a pesar de eso, me he pasado toda la noche inventando una excusa en mi mente para poder hablar con cualquier persona la verdad. Pero no me siento cómodo acá, siento que si hablo con alguien me huebiarán o simplemente me harán la desconocida.

—Pablo, ven a bailar po.—veo como la Ale y la Emilia se acercan.

Ambas estaban con el pelo un poco desordenado y agitadas.

—No... —Niego con la cabeza.—¿Dónde está el Jeremías?—pregunto para cambiar el tema.

—Pelándose debe estar po, si a eso vino.—contestó la Ale restándole importancia.—Ya po, vamos a bailar.—insiste.

—Estoy piola aquí.—hago una seña con mi mano vacía.—Vayan no más.

Y dicho eso, la Ale se fue quejándose de mí por ser, según ella, un fome culiao. Mientras que la Emilia decidió quedarse y ponerse al frente mío con los brazos cruzados.

Iba a hablar pero ella se me adelantó.

—¿Y tú?—pregunta haciendo un gesto con la cabeza.—¿Me tenís que mojar con copete de nuevo pa que hablemos?—comenta con gracia haciéndome soltar una pequeña carcajada.

—Pucha Emilia, sorry por no haberte pescado después de que me apañaste...—hablo y hago una mueca.—Pero estaba achacado y...

—Si sé, entiendo.—me corta.—admito que cuando llegué me dieron ganas de pegarte, porque me dio lata.—ladea un poco la cabeza.

Me empuja de manera suave, mientras una sonrisa tira de sus labios.

—No sé si cachaste, pero a mí el enojo se me pasa rápido.—se ríe y sin mi permiso, me quita el vaso y toma de el.

Yo no le digo nada, porque no hay atao.

Ahora que lo dice y lo analizo, tiene razón. El enojo no es algo que a ella le importe, porque el viernes pasado cuando la mojé sin querer me mandó a la mierda los primeros cinco segundos y después no se molestó en sacarme conversa al ver mi cara de un metro.

—Sí, si caché.—le quité el vaso para tomar.

Volvimos al silencio y por mi parte a la incomodidad.

—Pablo, no pesquis al Marco.—habla.—Es medio hueón aveces...—hizo una mueca.—Miento, siempre es hueón.

—Si sé, es que igual siento que hoy colapsé.—me encojo de hombros.—o bueno, estuve a punto del colapso.

—Oye, ya po, ¿pa que viniste?—pregunta luego de un silencio bastante largo.

Frunzo el ceño, le doy un sorbo a mi vaso y la miro. La verdad, no entiendo a qué va su pregunta.

Ella al notar mi confusión, vuelve a hablar.

—¿Pa qué viniste?—repite.—Supongo que no viniste solo a tomar y apoyarte en la pandereta mientras mirai como los demás la pasan bien.—me empuja levemente.

—La verdad, vine porque el Jeremías me lo pidió.—me encojo de hombros.—Y para despejarme un poco.

—Pero Pablo...—murmura.—difícil despejarte si estay haciendo nada en un carrete.—suelta una risa.—Sobre todo si estay solo.

Ni tan zorrónDonde viven las historias. Descúbrelo ahora