Capitulo 60

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Entro a la casa del Darío y en menos de un segundo la música golpea mis tímpanos. Al parecer el carrete era adentro, supongo que por las bajas temperaturas. Cuando llego al living intento no ver a nadie a los ojos, ni a los que estaban parados conversando y menos a los que estaban bailando. Algunos me saludaban sorprendidos y luego seguían en lo suyo.

Me siento en el sillón, un poco cohibido, y queriendo parecer desinteresado, saco mi celular del bolsillo y recuerdo que aún no le contestaba a la Emi. Así que eso hago y le respondo con un "qué bueno" y un corazón. Me percato que estaba en línea. Sin embargo, no me responde. De hecho, apenas le llega el mensaje ella se desconecta; Claramente me sentí raro, pero no me iba a poner a fantasear cosas que probablemente no eran en medio de un carrete. No quería que en unas horas, con alcohol dentro de mi organismo, esos pensamientos intrusivos me jueguen una mala pasada.

Cuando siento que alguien se sienta al lado mío, bloqueo la pantalla por inercia, y guardo el teléfono en el pantalón. Vuelvo mi cabeza hacia el lado y veo al Darío, quien me sonreía ampliamente. Alza las cejas y me tiende un vaso.

—Toma.—dice, aún sonriendo. Le recibo el copete y le doy un sorbo.

—Gracias...

Presiono mis labios y decido fijar mi vista en el grupo, percatándome de que el Félix no estaba, y que, como me dijeron hace unas horas, el Aurelio tampoco. Sentía alivio por no tener que ver a este último.

—El Félix viene en camino.—habla, acercándose a mi oído para que pueda escucharlo.

Apenas escucho eso, los nervios me invaden de inmediato y mi única reacción en asentir con la cabeza. Porque, vuelvo a insistir, algo me decía que ver al Félix ahora no era buena idea.

Ambos nos quedamos en silencio por lo que vuelvo a poner mi atención en los que estaban bailando y cantando. Me percato de que la Isidora estaba comiéndose con el Ignacio, y alzo mis cejas, sorprendido.

—¿El Ignacio y la Isi?—pregunto, con una sonrisa asomándose.

—Si...—Responde entusiasmado.—Por lo que contó el Nacho, llevaban un par de semanas tirandose la onda. ¿No te molesta, cierto?

Hago una mueca y niego con la cabeza de inmediato.

Él asiente y nos volvemos a quedar en silencio, esta vez por un largo rato, y creo que si no es porque el Darío vuelve a hablar, nos hubiéramos quedado mucho tiempo así.

—Lo que dijimos en tu casa sobre el Félix igual nos tiene preocupados... O sea, por lo menos a mí.

—A mi igual me tiene preocupado.—Frunzo el ceño, con la misma actitud que tuve cuando hablamos con mi papá. —No sé mucho sobre lo que le ha pasado, pero por lo poco que sé, creo que está teniendo problemas con sus papás...

Tenía que ser sincero, el tema del Félix me estaba hartando un poco, pero al mismo tiempo, tenía esta intriga que me obligaba a ponerle mucha atención a lo que cualquier persona dijera de mi mejor amigo.

O ex mejor amigo.

Noto que asiente con la cabeza, mordiéndose el interior de la mejilla. Le da un sorbo a su vaso y me ve, poco convencido.

—Sabis que a mí me dijo lo mismo, pero no le creo.

—¿Por qué?—Alzo mis cejas.

Ni tan zorrónDonde viven las historias. Descúbrelo ahora