Prólogo

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Me miro al espejo por segunda vez, me arreglo el pelo con los dedos y me echo solo un poco del perfume que mi vieja me regaló para la navidad, porque que paja andar pasao a perfume

Tomo la mochila, mi celular y bajo al primer piso, donde extrañamente ninguno de mis papás se encuentra. Solamente está la Tere, mi nana, sentada en un extremo de la mesa tomándose un café mientras mira la tele. Dejo mi mochila en el sillón y camino hacia donde está ella.

—¿Qué onda Tere? ¿Y mis viejos?—pregunto mientras me siento al lado de ella y comienzo a hacerme el desayuno.

—Creo que Don Guillermo no llegó durante toda la noche y su mamá salió tempranito. Antes de que yo pudiera servirle el desayuno.

—Cuatico igual...—dije, para luego tomarme el jugo de naranja que me había servido.

La Tere se quedó pegada viendo la tele, de repente negó con la cabeza ante lo que estaban mostrando.

—No entiendo a estos cabros—comenta para luego tomar su taza y darle un sorbo.—Para que quieren educación gratis si al final igual van a ocasionar disturbios.—niega con la cabeza.—Además, la Bachelet dio varias becas, para que quieren más.

—No sé, como que no piensan mucho esos tipos.—le respondo.—son bien violentos, si le pegan hasta a los carabineros...

—Los jóvenes de ahora...

Y seguimos conversando sobre las noticias que iban apareciendo hasta que tuve que irme al colegio.

Salí de la casa y el Julio ya me estaba esperando con el auto encendido. Me subo en el copiloto y él me da un asentimiento de cabeza en modo de saludo.

—¿Cómo amaneció joven?—preguntó minutos después.

—¿Bien y tú Julio?

—Cansado, dormí super poco anoche.—respondió con esa voz rasposa que lo caracteriza.

—Pucha, pero podí dormir después de que me dejes en el colegio.

Apoyo mi codo en la ventana y lo miro, esperando su respuesta.

—No...—niega con la cabeza y frena al ver que el semáforo está en rojo.—¿Cómo se le ocurre? Hago eso y me llega un reto...

—Pero no creo que mi viejo te cache, si está todo el día afuera.

Solo me dio un encogimiento de hombros como respuesta y siguió avanzando.

—¿Y como está tu hija?—pregunto para no llegar al silencio, porque aunque no sea incomodo, encuentro aburrido no hablar durante el camino al colegio.

—Ahí está mi cabra, bien en lo que se puede. Entre el trabajo y el instituto ya no da más del cansancio.

Confieso que tengo una leve admiración por el Julio. Es super esforzado y por lo que me ha contado, su familia igual. Vive al otro lado de donde vivimos nosotros y casi todos los días se tiene que levantar quien sabe a que hora para trabajar.

—¿Y qué estaba estudiando?—intento recordar, pero soy muy olvidadizo, sorry.

—Técnico en enfermería.

Le doy un asentimiento de cabeza como respuesta. Igual cuatico estudiar en un instituto. O sea, no digo que es lo peor, pero yo no me imagino ahí...

Al rato después llegamos. Tomé mi mochila y me despedí del Julio con un apretón de manos y un cuidate de ambas partes.

Cuando llego a la entrada, me encuentro con el inspector saludando a todos los que llegan.

—Buenos días señor Bustamante.—me saluda.—¿Cómo se encuentra su familia?

Ni tan zorrónDonde viven las historias. Descúbrelo ahora