Capitulo 33

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Cierro la reja de la casa del Gustavo y luego me doy vuelta para ver al Jeremías, quien cubría su boca con su mano, intentando aguantarse la risa.

—¿Qué pasó?—pregunto con el ceño fruncido.

A pesar de que el estado del Jeremías me causaba un poco de gracia, me encontraba bastante enojado por como habíamos sido echados de la casa del Gustavo sin ninguna razón. O por lo menos, una razón que yo desconocía. Lo peor es que ni siquiera tuve tiempo para preguntar algo, porque todo pasó muy rápido; Yo estaba conversando con la Laura-la persona que conocí en el living de la casa- cuando de repente, por el ventanal entra el Jeremías siendo empujado por el Gustavo, quien le decía muchas groserías a las cuales el Jeremías solo respondía con encogimientos de hombros y pequeñas carcajadas. Cuando me puse de pie para ver qué onda, el Gustavo me agarra del brazo y me empuja hacia afuera junto con mi amigo, todo eso pasó mientras había gente asomada en el ventanal.

Ni siquiera pude despedirme de la Laura, que me había caído muy bien y estabamos teniendo una conversación interesante. Por lo menos, tenía su instagram. 

—Jeremías po.—insisto, porque no me respondía.

Su estado no era tan malo, sino que estaba en es limbo entre tomarse otro vaso de copete para curarse totalmente y estar consciente de las cosas que hace pero con un poco de lentitud en sus movimientos y voz.

—Nada oh...—hace un gesto con las manos, restandole importancia.—Me puse a pelear con un c-culiao.

—¿Por qué?—me acerco a él e intento olvidar mi molestia.

—Ah...—chasquea la lengua mientras hace una mueca.—Mira... y-yo, a mí—se apunta a sí mismo.—no me podrán gustar las peleas, pero hay g-gente que me saca de mis casillas.

Comenzamos a caminar lentamente, alejándonos de la casa y de forma repentina, el Jeremías me abraza por los hombros, cargándose en mí, como si le diera flojera caminar.

—¿Cómo fue?—vuelvo a fruncir el ceño y lo miro de reojo.

—Había un loco...—escucho como carraspea.—que me caía mal, y yo estaba vacilando piola...—vuelvo mi cabeza hacia él y movía la cabeza lentamente.—h-hasta que escucho que el hueón... me estaba gritando hueás y-y me enojé po, así que le pegué.—apoya su cabeza en la mía, decido no apartarlo para no incomodarlo.—cómo no me voy a enojar si el hueón me trata de negro culiao.

Cuando escucho lo último, frunzo el ceño y esta vez sí separo mi cabeza de la de él para verlo con claridad. 

—¿Y por qué el hueón del Gustavo te echó a ti?

Se encoge de hombros y bufa.

—No sé, no me importa ya.—dice, con torpeza.—Ahora tú no más erís mi amigo.

Asiento levemente y nos quedamos en silencio mientras caminamos en dirección hacia mi casa, con un poco de rabia en mi interior, tenía que admitir. No había ninguna razón para echar al Jeremías, creo que cualquier persona hubiera reaccionado de la misma forma.

—Oye, dejamos a la Ale allá.—murmuro.

—Da igual, se iba a quedar en la casa de una amiga.

El Jeremías saca su brazo de mi hombro y para en seco, provocando que yo también lo haga.

—¿V-Vamos a tu casa?—pregunta mientras su cuerpo se mecea con lentitud. 

—Si porque no podís irte solo así, demás que te perdís. 

De forma inmediata él comienza a negar con la cabeza.

—No puedo, t-tengo que llegar a mi casa porque mi mamá... me tiene acá.—arruga su nariz y pone uno de sus dedos entre sus cejas.—Vamos a mi casa, no quie-quiero que me castigue.

Ni tan zorrónDonde viven las historias. Descúbrelo ahora