Capitulo 53

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Cuando escucho y proceso esas palabras, siento que los nervios me invaden desde la punta de mis pies, mientras que el calor sube en menos de dos segundos. Casi coordinados, con la Emi nos sentamos, viéndonos con absoluta incomodidad sabiendo que ninguno estaba preparado para este momento.

—Ya.—murmura ella, poniéndose de pie conmigo a la siga luego de haberme puesto las zapatillas torpemente.

—Bajen. Y disimulen un poco porque de verdad se nota caleta que... Ustedes cachan.

Y dicho eso, cierra la puerta, dejándonos a ambos solos, aguantándonos las risas. Presionó mis labios y ella se acerca a mí, esta vez para arreglar mi pelo. Hago lo mismo con el suyo, a la vez que intento peinar sus cejas, solo para molestarla.

La Emilia aleja su rostro, soltando una carcajada.

—Estay bonito.

Esta vez vuelve a acercarse a mí y si no fuera porque sus papás estaban abajo y los nervios me tenían inquieto, le daría un beso.

—Tú igual.—Me alejo de ella y suspiro.—¿Creís que tus papás se enojen?

—La verdad, no sé. Pero mi papá ya te conoce y te vio en el peor momento.

En ese momento el recuerdo de haber estado curado en la casa de la Emi hace unos meses viene a mi cabeza de inmediato, sintiéndome mucho más avergonzados y nervioso.

—Eso no ayuda, Emilia.

—Ya sé.—se ríe levemente y saca un polerón de su closet, poniéndoselo con rapidez para luego ponerse la capucha de éste.

Salimos de la pieza y a medida que bajamos las escaleras sentía que mi nuca hervía como nunca y la agitación de mi pecho era inevitable; bastaron unos cuantos pasos para que el primer piso fuera visible al mismo tiempo que sus papás, quienes se paseaban por toda la casa hasta llegar al comedor, supongo que estaban poniendo la mesa.

—Flaca pero le tenis que pedir que te explique, tiene que haber comunicación.—Su papá habla mientras la mira fijamente.

—Lo mismo le dije yo.—La Vale ya estaba sentada en la mesa, junto con el tipo que estaba en el sillón cuando llegué y quien en estos momentos no estaba interesado en la conversación que mantenían los más grandes, como si estuviera acostumbrado a ellos.

La mano de la Emi tomando la mía provoca que me sobresalte y que los nervios vuelvan a sentirse de manera intensa.

—Hola...—musita la Emi, llamando la atención de todos y provocando un silencio totalmente incómodo.

Al primero que miro es al papá quien apenas nota mi presencia alza las cejas con incredulidad y luego frunce el ceño, mientras se cruza de brazos; Luego estaba su mamá, que tenía absolutamente la misma expresión y no podía evitar pensar en que la Emi era igual a ella. Y la Vale sonreía junto a su pololo-supongo que era él- como si esta situación les pareciera la mejor sitcom del mundo.

—El... Vino el Pablo a verme. Mi pololo.—La voz de la Emi sale con torpeza y yo solo atino a saludar y sonreír.

—Hola.—hablo intentando mostrarme seguro en cada movimiento que hacía.—Un gusto.

No sabía qué decir ni qué hacer para no causarles una mala impresión, aunque el recuerdo de su papá viéndome acá mismo invadía mi cabeza inoportunamente.

—Ah...—La mamá de la Emi se comienza a acercar, con las cejas aún alzadas y viéndome fijamente.—Mira tú...

Lo juro por Dios, nunca nadie me había intimidado de esa forma, era tanto que solo quería salir arrancando para nunca más volver a esta casa.

Ni tan zorrónDonde viven las historias. Descúbrelo ahora