Capitulo 52 | Parte II

334 25 2
                                    

El Jeremías se pone de pie y me mira atento, esperando a que yo diga algo. Sin embargo, no lo hago porque todavía estaba procesando la información debido a que el efecto de la droga seguía en mi sistema y todo se sentía más difícil de entender.

—¿Qué onda?—pregunta el Jeremías.

En ese momento salgo de la intriga y vuelvo mi atención a mi amigo, a la vez que hago el intento de moverme lo más rápido que puedo.

—La hermana de la Emilia diciéndome que vaya a verla porque estaba enferma.—Respondo mientras me pongo mi chaqueta.—¿La Ale no te ha dicho nada?

—No...—bufa.—Si no hablo tanto con la Ale ahora.

En ese momento, recuerdo a la susodicha en la pieza con el Rafael junto con su reacción de asombro al verme, para después irse de mi pieza sin decirme absolutamente nada. Aunque en la noche me mandó un mensaje pidiéndome que no le contara a nadie, y a pesar de que dije que sí, en estos momentos estaba lo suficientemente distraído como para recordar esa promesa.

—Hablando de la Ale, la otra vez estaba en mi pieza con el Rafa.—las palabras salen de manera involuntaria a la vez que me cuelgo la mochila.

—¿De verdad?—su tono de voz era de asombro, y me gustaría ver su reacción, pero estaba más preocupado de caminar hacia la puerta principal. Escuchaba que él venía detrás mío.

Cuando llegamos a la reja, nos despedimos y asiento con la cabeza.

—De ahí te cuento bien, nos vemos.

Comienzo a caminar a paso rápido, y por suerte de que la Emilia no vive tan lejos del Jeremías, por lo que bastaba caminar un par de minutos para llegar a su casa.

En el camino, con mi mente yendo más lento de lo que camino, decido pasar a un almacén a comprar cosas para llevarle, queriendo hacerla sentir mejor o subirle el ánimo. Ni siquiera sabía qué comprar o qué era lo que pasaba, por lo que compro más de una cosa, no importándome que ese era el último billete que me quedaba.

Apenas llego a la casa, me pongo un poco nervioso y golpeo la reja con el cierre de mi chaqueta. No espero que salga la Emilia, pero cruzaba los dedos para no encontrarme con algunos de sus papás. Cuando una cabellera castaña se asoma, el alivio aparece. Era la Vale, y cacho que suspira cuando me ve.

—Pensé que te ibai a demorar más.—murmura a la vez que abre la puerta.

Ni siquiera la miro, debido a que aún existía un leve rencor hacia ella por lo que dijo el otro día sobre la Emi.

—No...—me encojo de hombros.

Comenzamos a caminar y cuando entramos al living puedo notar que estaba igual que la otra vez; Con mantas, comida en el sillón y un par de cuadernos y papeles tirados. Aunque, esta vez había una persona más en él. Era un tipo, quien apenas nota mi presencia me ve con una sonrisa y me saluda con la mano.

—Hola.—musito, haciendo una mueca de incomodidad.—¿Qué le pasó a la Emi?—Pregunto, volviendo mi rostro hacia la Vale.

—Está enferma.—Se encoge de hombros y yo la miro con incredulidad, no sintiendo que esa información sea suficiente.—Anda con dolor de cabeza y apenas se puede levantar. Ayer la llevamos al doctor pero solo le dieron paracetamol y... Nada po. Aunque según mi mamá es estrés.

Asiento levemente y miro hacia las escaleras.

—¿Puedo...?—señalo el segundo piso y ella asiente, carraspeando.

—Dale no más.

Y sin decir nada, comienzo a subir, sintiéndome la persona más intrusa del planeta y temiendo que la Emi esté durmiendo; En el momento en que abro la puerta mis ojos se dirigen hacia ella inmediatamente y puedo notar que estaba tapada hasta los ojos, los cuales me veían fijamente.

Ni tan zorrónDonde viven las historias. Descúbrelo ahora