Capitulo 47

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—¡Lo más chistoso es que ni siquiera hay torta!—Escucho que el Jeremías me habla, mientras prende el tabaco que tengo entre mis dientes.

Llevábamos casi una hora de carrete y la gran mayoría ya se había motivado como para bailar en la pista improvisada en medio del patio de la casa del Jeremías. Me había sorprendido la cantidad de gente que había. A la mayoría la había visto en los carretes del Gustavo. Supongo que han de tener los mismos amigos en común. Sin embargo, éste último no estaba. La Emilia, solo había invitado a su hermana, quien había llegado con un par de amigos.

—¿Es importante la torta?—Pregunto, dándole otra calada a mi tabaco.

—La verdad es que no.—Se encoge de hombros y cuando vuelve a abrir la boca para hablar, ambos notamos que tres personas se nos acercan.

No los conocía, pero al parecer el Jeremías sí, y tenían la suficiente confianza para que uno de ellos lo abrace por los hombros y le de un beso en la mejilla.

—¿Cómo estamos?—Pregunta mi amigo, quitándome el cigarro de entre las manos.

El que tenía el pelo crespo asiente con la cabeza y hace una mueca de conformismo.

—Bacán.

—Oh.—vuelve a hablar el Jeremías.—Em... Él es el Pablo, mi amigo.—Me apunta y todos sonríen, mientras que se turnan para estrechar nuestras manos.—El Jorge.—Apunta al más alto de todos, quien lo tenía abrazado por los hombros.—Alex.—Hace lo mismo con el de pelo crespo.—y el Diego.—esta vez apunta al que estaba a mi lado, quien tenía un piercing en la nariz.

—Son los de... teatro.—Mi tono de voz es bajo y dudoso, pero aún así el Jeremías asiente.

—Ah, ¿le hablaste de nosotros?

—No hueon, solo le he dicho "mis amigos de taller"—hace un gesto con sus manos para luego entregarme el tabaco.

—El culiao. Te queremos caleta y tú nos despreciái.—El del pelo crespo, el Alex, golpea su estómago mientras que una sonrisa tiraba de sus labios.

—¿El Jeremías es así de pesado contigo también?—Me pregunta el Jorge, sacando de a poco el brazo del hombro de nuestro amigo.

Por un momento, me sentí un poco intimidado, gracias a que tenía cuatro pares de ojos esperando por una respuesta.

—No...—Todos lo miran ofendidos. Mientras que yo le doy una calada al cigarro.—Pero es que, somos parecidos, entonces nos tratamos igual.

—Eso es verdad.

El Jeremías me apunta por un par de segundos y luego de eso, todos comienzan a hablar de un tema que no me interesaba lo suficiente como para opinar. O bueno, no es que no me interesara, sino que no sabía cómo meterme a la conversación. Aún así, mi atención se mantenía en el Jorge, quien, cada vez que podía, volvía a abrazar al Jeremías por los hombros. Cosa que a él no le molestaba tanto, solo una vez le dijo que lo soltara, pero después no. Y no es que me ponga celoso o algo por el estilo, pero no podía parar de pensar en el Félix y en que podría llegar en cualquier momento, malinterpretar las cosas y provocar una discusión entre ambos. Hecho que no quería que ocurriera porque mis dos amigos estarían mal.

—Oye, ¿El Félix te dijo en donde venía?—Pregunto mientras finjo mirar la pantalla de mi celular.

Veo al Jeremías y noto que me miraba con las cejas alzadas. Todos dejan la conversación en el aire, prestándome atención.

—No, ¿por qué?—Hace un leve movimiento para sacar el brazo del Jorge de su hombro y desbloquea su celular.

—Ah, no. Es que, no me responde.

Ni tan zorrónDonde viven las historias. Descúbrelo ahora