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—¿Estás segura de esto?

—Completamente, mamá.

—Me parece muy precipitado, ¿no sería mejor que te quedases en casa un par de días más?

—Esta también es mi casa —razonaste con serenidad, en un intento por convencerla.

La mujer estaba a puntito de volver a insistir, y tu padre vio necesario intervenir por primera vez ante eso:

—Cariño, si es lo que quiere es mejor dejarla. No vamos a empezar otra vez con este tira y afloja de siempre.

A pesar de que tu madre seguía pareciendo reticente, permitió que salieras del coche sin soltar comentario alguno. Ambos te siguieron desde la calle lateral en la que habían conseguido aparcar, hasta el bloque de apartamentos que compartías con tu hermano.

La intención que tenías al despertarte era muy distinta de la que habías acabado haciendo, porque estabas deseando ir al apartamento de Jungkook, tal y como el chico te ofreció la pasada noche... después de decirte que solo quería estar contigo. Te costaba a horrores no sonreír todo el rato ante ese recuerdo... Pero la realidad era que la habías cagado mucho, y por ganas que tuvieras de estar con él y hablar de mil y una cosas, debías reparar primero el daño que habías causado a tu alrededor, por lo que la opción más sensata era volver a tu piso; al menos por ese día.

Cuando subisteis y ya alzabas la mano para marcar el código, tu madre, nerviosa, volvió a hablar.

—Ina, ¿te acuerdas de lo que te dije ayer? Ahora mismo no quiero presionarte más, pero... cuando pase un tiempo y estés mejor, tenemos que hablar, ¿te parece?

El tono severo de la mujer ya no te sonaba tan duro como normalmente; esto podía deberse a que estabas un poco cansada y, por ende, menos predispuesta a tomarte nada mal, aunque también podía ser porque tu madre acariciaba continuamente tu brazo mientras lo decía. Asentiste, cabizbaja y avergonzada por tu comportamiento de la tarde anterior, y finalmente pulsaste los botones, consiguiendo que el mecanismo emitiese un pitido de aceptación que te dejaba pasar al piso.

Lo primero con lo que tus ojos se toparon una vez abriste la puerta fueron con tu hermano, que te esperaba parado en medio del pasillito de entrada; tras él, Nam y Hobi te sonrieron ampliamente, dejando que el momento de tensión se evaporase un poco de tu interior. Aunque todavía te costaba mirarles a la cara por la culpabilidad que sentías, te permitiste saludarles con un pequeño gesto de la cabeza (que permanecía demasiado agachada).

Por lo visto, tu madre volvió a tener algo parecido a un bajón al darse cuenta de que iban a dejarte allí sin supervisión alguna. No es que dijese nada parecido, pero notabas la ansiedad de la mujer al observar lo mucho que apretaba los dientes y la manera compulsiva en que frotaba sus manos. Tu padre trató de calmarla rodeando su espalda disimuladamente, pero no parecía servir de nada.

—Mamá, voy a estar bien —aseguraste; lo hiciste con calma y entereza, con la única intención de hacerle saber que no ibas a hacer ninguna otra escapadita furtiva en cuanto se diese la vuelta.

Tu padre sonrió ante tu intervención, pero la mujer parecía ser incapaz de quedarse tranquila del todo. Sin embargo, un chico alto (y más serio de lo que hubieras recordado jamás) se posó a tu lado para mirar a tus padres con mucha más seguridad de la que tú misma desprendías.

—La voy a cuidar, os lo juro —declaró Jin de forma muy solemne.

Casi dejas caer la mandíbula por pura sorpresa. Ver a tu hermano así de serio parecía cosa de chiste, pero la situación no estaba como para reírse en ese momento, así que volviste tu expresión sorprendida en dirección a tus padres; si volvías a mirar la cara de férrea convicción de tu hermano ibas a soltar una carcajada... Mejor no forzar.

Erase meDonde viven las historias. Descúbrelo ahora