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Un sótano, veinte metros cuadrados, sin ventana y con sofá cama... Seiscientos mil. ¡¿Estamos locos?! ¡¿Tan mal está el puto mundo?!

De pura rabia por tan desorbitado precio, reportaste el link de la página y seguiste buscando apartamento... De nada te iba a servir. Todo era demasiado caro como para que pudieras plantearte siquiera el ahorrar para alquilarlo.

Gruñiste cual hiena salvaje al ver otro piso peor todavía y, encima, treinta mil wons más caro. Por supuesto también lo reportaste. Y mientras seguías inmersa en escupir insultos entre dientes, indignarte por la burbuja inmobiliaria y pensar que nunca ibas a conseguir independizarte de verdad, un chocolate caliente apareció en tus narices.

No le mires, Ina, que es lo que quiere.

La bebida tenía una buena pinta... y olía de bien...

No sucumbas a la tentación del chocolate.

Te costaba ignorar la taza lo mismo que a un beato un confesionario. Tus ojos se iban solos al humeante interior de chocolate líquido. Puto Jin.

Ese imbécil alto y desgarbado había estado comportándose de una manera extraña desde que volviste al apartamento al encontrarte sin opciones. Porque lo de volver a tu antigua casa, después de abofetear a la hija de un socio de tu madre, confesar que al primogénito de los Park le estaban poniendo los cuernos y, en definitiva, liarla como la liaste, quedaba un poquito descartado. Pensaste en irte con Tae... Pero no solo sería con Tae, y no sabías si estabas lista para tener a Park Jimin de compañero de piso. Todavía ni siquiera le habías hablado, solo de pensarlo te dolía la tripa.

La única opción factible era volver con Jin, al menos hasta que encontrases un apartamento que poder alquilar tú sola. También existía la posibilidad de buscar alguno con compañeros de piso, el caso es que la mayoría eran tíos solitarios que asustaban un poco, la verdad... Y ya estabas escarmentada en eso de compartir piso con un tío solitario, raro e idiota.

Supusiste que Jin estaría encantado de volver a acogerte, dado que tus padres le estaban presionando con el tema, y acertaste. Quizás incluso le habían puesto alguna cláusula para darle antes su carnet si te trataba como a un ser humano; por eso, ahora te levantabas con el desayuno hecho, te encontrabas con chocolates calientes a media tarde y no había ninguna tía en pelotas en tu cuarto de baño.

Le diste un pequeño sorbito a la taza, pensando que no se notaría, pero el surco del chocolate se quedó marcado en el interior y, ya puestos, seguiste bebiendo. Lo peor que podría pasarte es que estuviera envenenado...

Meh, pues al hoyo.

Ese chocolate bien se merecía una posible muerte a lo Romeo y Julieta.

Mientras paladeabas el regusto dulce de la bebida, algo se te pasó por la cabeza; esa extraña premonición que sucede cuando convives mucho con una persona y solo con escuchar sus pasos a lo lejos sabes quién es... Pues si tu instinto no te fallaba, Namjoon acababa de entrar en el piso.

—Innie, ¿de vuelta a casa por fin? —El rubio se dejó caer a tu lado en el sofá, saludando perezosamente a tu hermano, que se había asomado desde la cocina.

—Si te quieres hacer el inocente, vale, pero escuché ayer a Jin hablando contigo y con Hobi por teléfono para deciros que estaba aquí. Puedes ahorrarte la falsa sorpresa —murmuraste, continuando con tu inspección por la página inmobiliaria.

—¿Te has levantado con el pie izquierdo hoy, fetillo? —cuestionó burlón, revolviendo tu pelo.

Le apartaste la mano con molestia, chasqueando la lengua.

Erase meDonde viven las historias. Descúbrelo ahora