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Tan hundida en la mierda que, por más que te echasen encima, ya ni lo notabas. Tan hundida en la mierda que no veías luz alguna cayendo sobre tu cabeza. Tan hundida en la mierda que no te costaba ni un poquito quejarte de absolutamente todo lo que te rodeaba.

—Fetillo: no me mires así que me pones los vellos de punta —murmuró Nam, con una sonrisilla socarrona.

No le dabas miedo (para nada), y eras perfectamente consciente de eso, pero tampoco pretendías asustarle, es que esa era tu cara de: "a ver qué coño me queréis hacer ahora".

Porque sospechabas de las formas con las que tu hermano, Hobi y Nam te habían arrastrado al coche esa mañana... Y sospechabas todavía más de que no te hubieran dicho nada al respecto. Todo lo que habías podido sonsacarles era un: "ahora lo verás".

Estabas tan aturdida por pasarte la noche en vela que no conseguías hilar lo que esos idiotas malignos querían hacerte. Encima, a parte de Nam (al que jamás habías visto de esa manera) Hobi y Jin estaban nerviosos, muy muy nerviosos. Como si fueran a confesarte de repente que llevan diez años de relación clandestina y que piensan casarse y adoptar trillizos. A lo mejor era una teoría un poco descabellada, pero, a esas alturas, no te fiabas ni de tu sombra. Y cuando el coche paró de sopetón frente al maldito edificio Yonseng... supiste que obrabas bien al no hacerlo.

—Siento mucho no habértelo dicho, Innie —declaró Nam, con una pizca de dolor en su expresión al verte tan decepcionada.

—No te molestes, ya ni siento una puñalada más por la espalda; soy prácticamente un colador andante —suspiraste, cruzada de brazos y todavía sentada.

—No es ninguna puñalada, Ina —rebatió tu hermano, girándose un poco para mirarte desde el asiento del copiloto—, si te hemos traído es por algo importante.

—Sí, porque mamá os habrá obligado —intuiste.

—Un poco de razón sí que llevas —murmuró Hobi, arrepentido al ver tu cara inexpresiva.

—Ina, que no es lo que te piensas, que te hemos traído porque lo ha pedido, sí, pero es importante, según nos ha dicho... Importante para ti, quiero decir —mascó tu hermano, bastante molesto de repente.

—¿Y qué es eso taaaaaaaaan importante? —preguntaste apática. Si no tenía que ver con el fin del mundo, ya no te interesaba nada... Ni el fin del mundo, ahora que te parabas a pensarlo.

—Innie, tu amigo... Jungkook —rectificó Nam, al verte rodar los ojos—, tu madre nos ha dicho que ha dejado el trabajo y que debíamos avisarte.

—¿Que ha dejado el trabajo? ¿Jungkook? ¿Por qué? —cuestionaste, alarmada y confusa, sin dar tiempo a que respondieran.

—Según mamá, ha tenido una emergencia... Se ha pirado a Busan. Pensábamos decírtelo antes de traerte, pero... ¿Ina? —te llamó tu hermano, extrañado, al verte salir disparada del coche.

Nada más abrir la puerta, casi te lleva por delante un taxi, pero gracias a un pequeño golpe de suerte no acabaste pegada al asfalto. Y todavía vivita y coleando, saliste corriendo hacia el edificio sin tener idea de por qué lo hacías. El hecho de que fuera "una urgencia" o el hecho de que Jungkook hubiera dejado un trabajo que le hacía tanta ilusión, y que hacía bien... y que necesitaba... ¿Qué era lo que más te preocupaba?

Que no esté bien, que le haya pasado algo... Que me necesite.

No querías recriminarte lo que estabas a punto de hacer, no en ese momento. Pero le prometiste (y te prometiste a ti misma) no volver a meterte en su vida... ¿y qué hacías ahora? ¿Qué pretendías al correr como una posesa para pedirle explicaciones a tu madre? Exacto: volver a meter la pata hasta el fondo.

Erase meDonde viven las historias. Descúbrelo ahora