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La cefalea era un efecto secundario normal; la irritabilidad, la molestia en los ojos por la luz y las constantes ganas de vomitar también lo eran... pero ¿eso estar de resaca por segundo día? ¿Cuántos litros de alcohol habías tomado para estar tan hecha polvo?

—¿Contenta ahora, Kim Ina? Eso te pasa por ser una inconsciente y una niña malcriada que bebe como si fuera Jack Sparrow. Espero que esto te haga reflexionar acerca de los peligros de la bebida y...

El discurso de tu hermano acabó cuando le cerraste la puerta del baño en las narices... A lo mejor seguía, solo que tú ya no eras capaz de escucharlo; de verdad que no estabas para oírle reprochar mierdas con el dolor de cabeza que llevabas encima.

Las desgracias nunca vienen solas, ¿no?

Eso parecía, porque, por si no fuera poco con estar en la forma física de una anciana, tenías que ir a clase. Y tras cepillarte los dientes (sintiendo nauseas por el sabor a menta de la pasta dentífrica) vino la horrible tarea de... vestirse.

No habías tenido tiempo de ir a hacer la colada aún, y la poca ropa que quedaba era esa de la que ni en tus peores pesadillas echabas mano. Un pantalón de chándal gris, una camiseta de cuello largo negra y como accesorio unas gafas de sol que no dejasen traspasar ni una pizca de luz a tus pobres ojos de resacosa. En la entrada te pusiste una gorra de tu hermano, la chaqueta y ya estabas lista para salir a la intemperie.

—Ina, como me entere de que has vuelto a beber...

—Para beber estoy yo ahora, Jin —gruñiste con voz ronca antes de salir del apartamento.

El cielo estaba nublado ese día, por lo que tu dolor de cabeza se multiplicó de repente por doscientos. Las punzadas en las sienes no te dejaban concentrarte, y casi acabas montándote en un autobús que llevaba a Gangnam en vez de a tu universidad.

Todo mal.

Creías que debías ser la persona a la que peor le sentaba la bebida —y la fiesta en general— del mundo... hasta que te encontraste con Jungkook en clase.

El moreno llegó un poco más tarde que tú, por lo que no te fue difícil ver cómo caminaba hacia la primera fila de asientos, cogiendo su mochila de un asa y mirando al infinito... o eso creías que miraba, porque llevaba gafas de sol también. Sabías que debía estar tan hecho polvo como tú, porque esa mañana ni se había molestado en intentar domar su melena y la llevaba recogida en una de sus ya conocidas coletitas altas. El rapado a ambos lados de su cabeza era lo único que parecía tener buena pinta de su peinado, porque el pelo largo de la parte trasera estaba igual de revuelto que el superior.

La manera en que arrastraba los pies, además, era como verse reflejada en un espejo; la viva imagen de la apatía y la desgana, igualito a ti. Incluso ibais a conjunto, aunque los pantalones de chándal grises de Jungkook sirvieran para albergar a otra persona más y su camiseta blanca pudiera servir de cobijo a catorce chimpancés en medio de un tsunami... vuestros atuendos se parecían, sí.

—Buenos días —murmuraste con la cabeza echada sobre los brazos.

—Eso dirás tú —espetó, dejándose caer en la silla a tu lado.

Jungkook fue más valiente que tú, porque se quitó las gafas de una vez, dejando al descubierto sus ojos de animalillo salvaje, y haciendo a su vez (al momento que apretó los párpados, molesto por los fluorescentes) que el moratón en su pómulo y la herida de su labio fueran más evidentes.

Sinceramente, no te acordabas de que esas lesiones fueran tan serias. A lo mejor no lo eran y simplemente era el mal color que tenían lo que te invitaba a pensarlo; el caso es que te sentiste fatal al verlas, porque, si no recordabas mal, eran culpa tuya.

Erase meDonde viven las historias. Descúbrelo ahora