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Pensabas descansar, ducharte, deshacer la maleta... Y lo hiciste todo... menos lo primero, claro. Los nervios se te agarraban al estómago, y te resultaba impensable poder hacer algo que no fuera dar vueltas en la enorme cama de la habitación del hotel.

Habías intentado echarte una siesta por puro aburrimiento (y para dejar de pensar de una vez), pero no habías podido ni pegar los párpados. Esa incertidumbre te estaba matando... El pensar en Jungkook te estaba matando...

¿Por qué todo era tan raro siempre?

Primero Jungkook, después Jimin, después Jungkook otra vez... Aunque, no es como si ahora el moreno estuviera de la misma forma que antes para ti; no es como si pudierais haber hablado de lo que teníais ahora o de cualquier otra cosa. ¿Y con Jimin? ¿Qué pasaba con Jimin?

Después de pedirle un tiempo, le bloqueaste, y... ni siquiera sabías si lo del tiempo iba en sentido literal; solo sabías que dolía, todo dolía. Pensar en cualquier persona de las que te rodeaban te quemaba el pecho.

Alejarte de Seúl había sido una buena idea, pero no estabas tan segura de que haberte alejado para ir tras Jungkook lo fuera. Al menos, después de todo, el chico no te había echado a patadas como pensabas que haría. ¿Y por qué no lo ha hecho?

Ni idea.

Jungkook era un libro cerrado bajo treinta candados, escondido en un baúl que se hundió con un buque de guerra y estaba en el fondo del mar, protegido por una barrera de corales intraspasable; era imposible entenderle o acercarse... o es que tú eras muy cortita de repente, que también era una posibilidad.

Desde el momento que le conociste (literalmente, la primera vez que te lo encontraste) supiste que ese chico... te daba dolor de cabeza. La lógica no funcionaba en su caso, ni la razón, ni el juicio... Nada valía con él. Y teniendo en cuenta que tu preciado sentido común se iba un poco a la mierda cada vez que estabas con él, las cosas se volvían todavía más difíciles y confusas.

No entendías nada, y estabas completamente en blanco.

Lo único que comprendías de verdad era que estabas nerviosa. Y durante el transcurso de la tarde te prometiste a ti misma dejar todo de lado. Todo. Lo que sea que pasase en ese instante en tu vida; Tae, Jimin, Jiwoo... Minji, no existían en ese momento en tu cabeza ni en tu recuerdo. Esa noche, debías pensar únicamente en ayudar a Jungkook, y después, cuando todo volviese a su cauce, cuando volvieses a Seúl... lo harías con una decisión firme en mente.

Y respecto a Jungkook...

—Aaaaaaaaaaaaaaaaaaaaaaay, Ina... —suspiraste para ti.

Solo había una cosa que pudieras hacer respecto al chico: olvidarle.

Parecía un poco imposible si tenías en cuenta que esa misma noche ibas a verle, pero estabas ahí en calidad de amiga, nada más. Por mucho que quisieras ayudarle, no tenías intención de dejar que esa horrible corriente te llevase atrás un solo paso. Porque si lo permitías, ese sería tu final.

Ya te notabas demasiado decaída, demasiado rota. Si no querías deshacerte, debías seguir luchando contra la corriente; debías hacerlo, aunque costase.

Tú puedes, Ina.

Darte ánimos a ti misma se había vuelto una costumbre nueva, y sonreíste al darte cuenta de ese pequeño detalle: poco a poco, te habías ido haciendo con cositas (rasgos tontos) que antes no tenías. Para bien o para mal, eso que todo el mundo te repetía desde hacía un tiempo, era verdad: habías cambiado...

Para bien o para mal, no soy la misma que antes.

La alarma de tu móvil saltó de repente, dejándote saber que la hora había llegado. Llevabas vestida (quizás demasiado formal) y preparada para salir unas dos horas, pero el momento de la verdad estaba ahí; ya no tenías más tiempo que malgastar pensando. Era hora de pasar a la acción.

Erase meDonde viven las historias. Descúbrelo ahora