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¿Qué era peor que creer que ibas a tener una cita con Nam?

Muchas cosas, por lo visto, porque después de que el mayor te explicase que te llevaba a la susodicha cita, tu hermano y Hobi se unieron a la misión. Por supuesto, solo Hobi conducía, pero tu hermano (de morros) ocupaba el asiento del copiloto mientras que Nam iba detrás contigo. Era el único de los tres que parecía conforme con aquella situación, aunque... tampoco es que lo estuviera del todo.

Tras verte obligada a pasar por tu antigua casa (órdenes de tu madre, según explicó tu hermano) y vestirte de lo más pija (de nuevo, al comando de la mujer), os pusisteis en camino al restaurante en el que ibas a ver al que era, ni más ni menos, que el hijo del dueño de la empresa con la que tu madre tenía intención de fusionarse; lo que te hizo entender que eras una moneda de cambio.

Bueno, tanto tú como ese chico lo érais.

—Esto es horrible, ¿a qué sí? —le preguntaste ofuscada a Namjoon, que te miró de arriba abajo mientras seguíais de camino al restaurante.

—Estás muy mona.

—¡No le digas mona a mi hermana! —se quejó Jin, dándose la vuelta y todo desde su asiento para fulminar a Namjoon con la mirada.

—¡No quiero estar mona! —gritaste tú también—. ¡Quiero estar buena!

—Innie, estás...

—¡Ni se te ocurra decirle que está buena, pervertido! —gritó tu hermano, mucho antes de que Namjoon pudiera siquiera explicarse.

Incluso intentó pelearse con su amigo desde el asiento de delante; por supuesto, Namjoon solo tuvo que dejar caer la espalda del todo contra el respaldo para que Jin no pudiera engancharle, tal y como intentaba hacer.

Ese espectáculo era lamentable. Ya no solo por tu hermano, sus amigos, y toda la situación en general. Si no porque, como si fuera poco por tener una cita a ciegas tan triste como a la que ibas, de verdad que odiabas el disfraz que te habían puesto. En realidad, hasta hace poco, hubieras estado encantada con ese vestido y con la blusa blanca que llevabas bajo las finas tirantas, pero es que ahora te sentías como una muñeca de porcelana vestida de esa manera. Como una niña pija, hortera y sosa.

Dios mío... ¡Eras Jiwoo!

—¡No pienso entrar así vestida! —te quejaste, tironeando de las anchas mangas de la blusa.

—¡Estate quieta, Ina, que por lo menos así no se te va a acercar ese vicioso! —pidió tu hermano, mosqueado.

Ni siquiera conocía al chico y ya le llamaba vicioso; estaba loco.

—Ina, ¿por qué has aceptado una cita a ciegas? —preguntó Hobi en medio del caos.

—No me ha quedado más remedio —murmuraste chafada, mirando los horribles zapatos planos que llevabas—, hice un trato con mi madre; solo cumplo mi parte...

—¿Quién es el pervertido con el que has quedado? —preguntó, cómo no, tu hermano.

—¡Yo qué sé! ¿No te dice nada el término "cita a ciegas" acerca del hecho de que no tengo manera de saber quién es?

La mirada de fría sospecha de tu hermano te resbaló, la verdad, y ni te inmutaste cuando siguieron preguntando (él y Hobi) acerca de qué clase de trato habías hecho con tu madre, por qué o de qué manera habías aceptado tú ir... De todas formas, tu horrible atuendo y las pocas ganas que tenías de cumplir con tu parte del trato facilitaban bastante la tarea de pasar de esos zumbados.

Y al final, tu infinita paciencia y desdén se vieron recompensadas cuando pararon el coche en frente de una especie de rotonda decorada por una fuente. Por lo visto, eso era también parte del restaurante, porque un aparcacoches se acercó de inmediato. Y tan rápido como el chico apareció, Jin se encargó de echarlo, diciendo que esperarían en la puerta, y que no pensaban moverse de ahí hasta que te llevasen de vuelta a casa.

Erase meDonde viven las historias. Descúbrelo ahora