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A Jin seguía gustándole demasiado el lujo; solo había que ver su postura completamente relajada y su expresión radiante mientras volvíais a casa conducidos por el chófer de vuestra madre.

Y, efectivamente, tal y como ya te hizo saber Jin, te ibas a tener que tragar la fiestecita de turno por el cumpleaños de tu señora madre. A ver, ¿no se supone que, llegado cierto punto, las mujeres elegantes como ella no aireaban su edad? ¿Por qué esa mujer tenía que seguir todas las etiquetas sociales menos esa?

Miedo te daba pensar en otra fiesta; empezabas a tener fama de alborotadora en esa clase de eventos. Joder, y normal...

Bloqueaste la pantalla del móvil en cuanto tu hermano volvió a "ojear" inocentemente la manera en que enviabas un mensaje más; total, no iba a servir de nada... Los treinta y siete mensajes sin contestar... y sin leer, que le habías dejado a Jungkook desde hacía cuatro días debían de darte la pista necesaria para saber que, fuera por la razón que fuese, el chico no tenía intención de comunicarse contigo. Esa era el principal motivo por el que (muy a tu pesar) habías acabado aceptando volver a casa por el cumpleaños de tu madre, porque esa mujer era la única que podía decirte dónde demonios se había metido el chico esos últimos días en los que ni siquiera se pasó por clase.

Que, a ver, siendo sinceros, casi nadie se pasaba por clase los días previos al descanso de primavera, pero teniendo en cuenta la última situación en la que viste a Jungkook, te daba mala espina que justo hubiera decidido faltar. ¿Estabas preocupándote de más? ¿Estabas siendo muy exagerada?

Ojalá pudiera pedirle consejo a alguien.

Estabas nerviosa, preocupada, con un humor de perros, obligada a asistir a un evento que te daba escalofríos, en el que ibas a estar rodeada por la gente de siempre. Encima, no tenías noticias de Jungkook, lo que te dejaba con el estómago cerrado y la cabeza mareada... Ese descanso de primavera prometía ser de todo menos relajante, desde luego.

Cuando el muro alto, coronado por el tejadillo tradicional, empezó a ser visible en la la lejanía, te mentalizaste para ser paciente, educada; te convencías de que, pasase lo que pasase en esa fiesta o en los días que la precedían, ibas a mantener las formas, a ser sosegada. Lo malo es que una duda apareció de repente a causa de ese planteamiento: ¿no habías sido siempre de esa forma? ¿Por qué ahora tenías que forzarte para ser así?

—¡Por fin! —exclamó tu hermano, casi gimoteando de felicidad cuando el coche paró frente a la entrada principal.

—¿Quieren que les deje dentro? —Y cuando Jin se disponía a pegar otra vez la espalda contra el asiento (y aceptar veloz como un rayo), contestaste en su lugar.

—Aquí estamos bien, Jung, muchas gracias por traernos —masticaste, mirando a tu hermano con severidad para que moviese el culo de una vez.

Seguro que el muy vago tenía la intención de aprovecharse del hombre para que le llevase la maleta hasta su cuarto si hacía falta, y no estabas dispuesta a dejar que lo pensase siquiera. Demasiado que os había ido a recoger hasta vuestro barrio... ese no era su trabajo, al fin y al cabo.

Jin rodó los ojos, suspirando, pero salió a regañadientes para irse al maletero y recoger él mismo su equipaje. Qué mayor se estaba haciendo, ya hasta hacía sus cositas solo de vez en cuando.

—¡Niños! ¡Qué alegría que hayáis llegado ya! —La única persona que podría haber gritado tal cosa desde el interior del terreno era tu padre, claro, porque tu madre debía de seguir en la oficina. Seguramente se pasaría el día ahí, cosa que te dejaba inquieta, porque debías sonsacarle información de Jungkook lo antes posible si no querías morir de ansiedad.

Erase meDonde viven las historias. Descúbrelo ahora