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¿Eran imaginaciones tuyas o Jimin estaba dando un rodeo de muerte? Pensabas preguntárselo, pero estabas demasiado ocupada en otros asuntos.

—¡Qué no, Jimin, no puedes estar en serio!

—Claro que estoy en serio: la primera temporada es la mejor —repitió el sinvergüenza, sin importarle que estuvieras a punto de tener un derrame o algo por la frustración que te suponía que no aceptase la realidad.

—Te equivocas, pero mogollón además —mascaste, cruzándote de brazos muy indignada.

—¿Sabes una cosa, Innie?

—¿El qué?

—Cuando te cruzas de brazos así y se te marcan tanto, me entran ganas de meterte la cara entera entre las tetas —soltó tranquilamente, cambiando de marcha sin otra preocupación en mente.

—¡¿Pero qué coño te crees?! ¡¿Eh, pervertido?! —exclamaste, dándole un manotazo en el brazo que le hizo reír a carcajadas.

—Escote, Innie, es lo único en lo que pienso ahora: tu escote —murmuró sonriente.

En respuesta, agarraste fuertemente el cuello de tu camiseta y pegaste un tirón hacia arriba, tapándote con la tela hasta el cuello. Jimin frunció el ceño, como si estuviera más triste que en su vida, y dejó que las comisuras de sus labios cayesen, acompañando así el gesto falso de "¿por qué me haces esto?".

—No te mereces ver mi canalillo si no admites que la mejor temporada es la segunda —explicaste resuelta.

—La mejor, Innie, sin duda. La primera es una puta mierda. Bazofia; ni a los fans enfermizos les gusta esa temporada —soltó a toda prisa, dedicándote una mirada rápida en cuanto terminó con el teatro—. ¿Me merezco ahora otra vistacito? Va: levántate la camiseta así en plan rápido —pidió sin aguantarse la risa por la cara de ofensa que forzabas.

—Mira que te conozco desde hace tiempo, Jimin, pero no me imaginaba que pudieras llegar a ser tan salido...

—Soy salido de una forma adorable, eso me lo tienes que conceder.

—Te lo concedo —admitiste, fingiendo pesadez.

Sin saber cómo, de un día para otro, Jimin había vuelto a tu vida como si jamás se hubiera ido de ella; aunque... con pequeños matices diferenciadores. Ahora te besaba, te metía mano y te decía todo el tiempo lo bueníííísima que estabas. Ni en tus mejores sueños podrías haberte imaginado a Park Jimin diciéndote eso.

—¿Te dejo aquí mismo o...? —preguntó resignado, mirando un poco descolocado el local—. ¿Tae y tú no encontrasteis nada mejor que esto?

—Oye, no te metas con mi lugar de trabajo; tengo todo un cuarto de escobas como despacho, ¿lo sabías?

—Uhhhh con doña importante —bromeó radiante—. Cuando seas dueña de todo me metes a mí también.

—Que te enchufe Tae, creo que la dueña está un poco colada por él —confesaste en voz baja, a pesar de que estabais solos en el interior del coche del chico.

—Pues la lleva clara, pobre mujer —carcajeó el peligris.

Sin querer posponer más el momento (porque habías apurado demasiado en tu casa e ibas justita de tiempo), abriste la puerta y saliste del coche, dirigiéndote a la puerta del restaurante a toda prisa.

—Eh, ¿no hay propina para el chófer? —preguntó el chico, apoyándose contra la puerta del conductor.

Estaba para pintarle un cuadro ahí tirado, con la camisa blanca un poco abierta y esos vaqueros entallados. Te daba hasta miedo acercarte a él por si se desvanecía y acababas descubriendo que era un producto de tu imaginación, porque estaba demasiado bueno como para existir realmente.

Erase meDonde viven las historias. Descúbrelo ahora