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—¿Lo sientes más... ahí? —preguntó, con el mismo susurro ronco y envolvente que llevaba usando desde que se le ocurrió esa especie de juego.

Asentiste una vez más, apretando las sábanas entre tus manos y mordiéndote los labios.

Jungkook sonrió por un momento antes de bajar la boca para lamer uno de tus pezones, empitonándolo al instante por culpa de los pequeños mordiscos de puro nerviosismo que propinaba. Lo empezaba a chupar con tanta ansia que notaste cómo un pequeño hilo de saliva resbalaba por un lateral de tu pecho; por supuesto, eso consiguió dejarte todavía más ansiosa, así no podías ni pensar.

—P-para ya con eso —te quejaste, dándole un pequeño tirón de pelo para apartarlo de tus tetas.

—Ina, ¿todavía no has aprendido lo que pasa cuando me tiras del pelo?

Sentiste un escalofrío excitante hasta niveles astronómicos ante su pregunta y ante la manera que tenía de hacerla: con una mano enterrada entre vuestros cuerpos para conducir la forma en que su erección se hundía en ti, la boca pegada a tu pezón, una sonrisilla prepotente y un brillo peligroso en los ojos.

Recordaste al momento qué había pasado hace un par de horas cuando, por culpa de un orgasmo especialmente potente, tiraste fuertemente de su pelo... y, estremeciéndote al acordarte de la manera que te embistió tras eso (más o menos como lo haría una bestia salvaje), sonreíste, relamiéndote los labios.

—¿Qué pasa cuándo te tiro del pelo? —preguntaste inocentemente.

El moreno te miró radiante, entendiendo que lo que pasó tras eso debía de haberte gustado tanto como a él, porque, de un momento a otro, se incorporó sobre sus manos para separar sus caderas con el único propósito de hundirse del todo con un empuje fuerte y seco.

La exhalación que soltó tras eso te obligó a estrujarle las caderas con ambas piernas, mirándole como si contemplases a la pura encarnación de la perfección.

Y riéndose, el muy rastrero volvió a preguntar.

—¿Lo sientes más ahí?

Asentiste otra vez —cada vez más desesperada, siendo sinceros— en medio de un gemido agudo y tembloroso, y Jungkook sacó su pene erecto poco a poco de tu interior.

—Deja de decir que sí siempre, que así no puedo dar con tu punto g —se quejó sonriente.

—Me gusta de cualquier forma; no me importan los puntos g, los erre, los zeta ni los cardinales si me apuras —murmuraste, apretando los labios.

El moreno se echó a reír con más ganas, quedándose de rodillas en medio de tus piernas, frente a tu cuerpo echado y desnudo. Visualizaste encantada cómo su pelo ocupaba todo su rostro cuando agachó la mirada, marcando muchísimo sus pectorales y los músculos de sus brazos mientras retiraba del todo su miembro de tu interior.

—Esto no es serio, Ina, así no avanzamos en la investigación —se quejó, alzando la mirada y encontrándote con los ojos clavados en su polla.

Ni que decir tiene que te fascinaba tanto como todo lo demás perteneciente a ese chico. Tras ese día... y el anterior, casi te habías familiarizado con ella. Casi, porque tampoco es como si hubieras podido mirarla a tus anchas todo lo que te habría gustado; sin embargo, sí que sabías que su tronco era grueso, que las venas que lo recorrían te ponían como una moto, que su glande se enrojecía si pasaba mucho tiempo sin poder correrse y que tenía un lunarcito en un rincón medio escondido...

Antes de ver la polla de ese chico no habías visto ninguna... Si es que las de esa película porno que viste por accidente un día no contaban. Completamente por accidente, lo juro.

Erase meDonde viven las historias. Descúbrelo ahora