Jungkook debía estar flipándola.
—¿Q-qué está... pasando? —preguntó, perdido y ojeroso.
Sí, la está flipando.
Como no tenías tiempo de contestar porque tenías asuntos más importantes y urgentes entre manos, moviste el alfil, mirando al hombre frente a ti con ojos entornados.
Chúpate esa, a ver cómo te las apañas para defender a la reina cuando mi torre la tiene arrinconada.
—Qué listilla —murmuró el hombre, rascándose la barbilla mientras pensaba—. Te quieres llevar a mi reina, pero yo me voy a llevar la partida... Jaque —anunció, con un simple movimiento de peón.
Puta madre, este hombre es un portento.
—Mierda —mascaste concentrada. Al momento que el hombre empezó a carcajear a todo volumen, fuiste consciente de que acababas de soltar una palabra de lo más fea en su presencia, y balbuceando, roja como un tomatito, te apresuraste en disculparte—. No se... S-se me ha escapado, lo siento muchísimo; no pretendía...
—¡Anda ya! Tranquila, hija, que te enfades es bueno. Eso quiere decir que estoy moviendo bien —anunció tranquilamente, con aspavientos que trataban de quitarle hierro al asunto.
Y Jungkook seguía plantado cual arbusto a un lado del jardín, mirándoos sin decir nada...
Vale que, hace unas dos horas, a ti también te hubiera chocado saber que ibas a estar jugando al ajedrez con su padre como si fuerais amigos de toda la vida. Pero te habías despertado un poco aturdida, Jungkook estaba tirado bocabajo en el suelo del salón, el desayuno había sido demasiado copioso... ¡Yo qué sé! Tenías demasiadas cosas en mente como para pensar con claridad... así que, cuando el hombre se presentó en el salón moviendo la silla con una mano y enseñándote el tablero con la otra, pues...
—¡Toma ya! ¡Jaque mate! —exclamó el hombre tras un par de movimientos más. Tu cara de ofensa era indescriptible—. ¡No me levanto de un salto porque no puedo, pero vaya muestra de maestría que acabo de darte, hija!
—¡Nada de muestra de maestría, quiero la revancha! ¡Esto es al mejor de tres! —discutiste, dando un golpe de pura determinación contra tu pierna.
—De al mejor de tres nada, que hay que hacer la comida —declaró la mujer por la ventana abierta que daba al salón.
—Jo, pues vaya... —murmuraste cabizbaja.
—Nada, hija, nada... No te preocupes, que esta tarde te doy la revancha. Seguro que me machacas tú a mí; has estado muuuuy cerquita de hacerlo ahora.
—¿De verdad? —preguntaste ilusionada, sonriendo sin darte ni cuenta.
—¡Totalmente! —exclamó radiante—. Cuando has arrinconado a mi reina, la pierna buena hasta me temblaba. —Rompiste a reír ante su broma, y el hombre, tan amable como todo ese rato que habíais pasado jugando, dio unas pequeñas palmadas sobre tu cabeza—. Tienes talento, pero recuerda que la experiencia es un plus.
—Entendido —asentiste seriamente.
—Ahora ve a ayudar a hacer la comida si quieres, que yo voy a recoger esto y me va a llevar treinta años estando tan hecho polvo.
—Yo le puedo ayudar —murmuraste, dándote prisa en levantarte para hacerlo, pero el hombre te paró.
—Al menos puedo recoger yo solito, no te preocupes, hija. Ve dentro, que seguro que cocinar se te da tan bien como el ajedrez, y tengo que comprobar por mí mismo esas habilidades.
Dios, si te seguían halagando tanto iban a hacer que implosionases de puro orgullo. La sonrisilla vergonzosa que te salió pareció hacer reír felizmente al hombre, que empezó a recoger las fichas lentamente con el brazo que no tenía escayola.
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Erase me
Fiksi PenggemarCorrecta, educada, aplicada, buena estudiante, buena hija. Todo el que te conociese hubiera usado cualquiera de esos calificativos para hablar de ti... hasta esa noche. Está claro que si hubieras sabido las consecuencias desastrosas que esa fiesta i...