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—Estás encantado, ¿eh?

—¿Tú qué crees?

Tanto o más emocionada que él, sonreíste profundamente al verle disfrutar como un enano de su nuevo juguetito.

Recordaste de sopetón esa pequeña confesión que te hizo en Busan; esa bici preciosa, ese camino turbulento y rápido por las calles hasta el descenso más emocionante (y terrible) de tu vida. Y aunque el recuerdo te provocaba más nostalgia que tristeza a esas alturas, también te hizo rememorar lo temerario que podía ser Jungkook cuando se le cruzaban los cables.

—¿Qué pasa? ¿Me he saltado el stop? —preguntó preocupado al darse cuenta de que tu postura relajada en el asiento del copiloto se había evaporado; ahora tensabas las piernas y mantenías una rectitud más propia de las estatuas de piedra.

—¡¿Había un stop?! —exclamaste nerviosa, girando la parte superior del cuerpo para mirar el camino que dejabais atrás—. Voy a poner el GPS, para el coche en algún aparcamiento que encuentres. O... m-mira déjalo directamente a un lado de la calle y...

—Innie —te interrumpió—, voy a tener cuidado. Tranquila, ¿vale?

—Estoy tranquila.

—Si te tiro una moneda ahora mismo te rebota como si fueras una cama elástica —espetó con sorna.

—¡No es verdad! Es que estos asientos son incómodos y, claro, pues no sé cómo ponerme para estar relajada.

—Innie, que voy contigo —argumentó, mirándote de soslayo. Que sus ojos abandonasen la carretera por un momento provocó que la inquietud de tu interior de intensificase exponencialmente, pero su voz trató de mantener ese tono calmado y aterciopelado de siempre para calmarte—, jamás te pondría en peligro.

—Pues si te has saltado el stop ya vas tarde para no ponerme en peligro como dices.

Tu reproche le hizo reír a viva voz, y mientras que giraba lentamente en la intersección, te dio una pequeña palmada en el muslo izquierdo para que le mirases.

—A ver, cebolleta, contéstame una cosita: cuando tienes algo que quieres mucho mucho, ¿qué haces? ¿Lo cuidas o lo maltratas?

—Lo cuidas —respondiste por inercia.

—Entonces puedes estar tranquila, porque no voy a permitir que te pase nada, ¿estamos?

Con los párpados medio entornados, le dirigiste una pequeña mirada de incredulidad que, nuevamente, le provocó una carcajada.

—Ese es un argumento muy pobre, Jeon.

—Desde que me han dado el coche me estás llamando por mi apellido y no te fías de mí, ¿me explicas qué ha cambiado de repente?

En realidad, Jungkook no se equivocaba: había algo nuevo al mirarle. No era nada negativo, por más que pudiera parecerlo. En realidad era un sentimiento bueno pero abrumador. Era casi como si él y tú...

—Pareces mayor —confesaste inquieta.

—¿Mayor? —repitió—. ¿Mayor cómo? ¿Tengo arrugas o algo?

—No es eso. Es que... ahora tienes coche y todo. Cuando te conocí no querías ni coger el bus porque decías que era un robo —murmuraste pensativa.

—¡Es que es un robo! —insistió, tan indignado como siempre con ese tema.

—Vaaaaale —aceptaste, dejando ver un atisbo de sonrisa al tiempo que girabas la cabeza en dirección a la ventanilla.

—Innie, venga: dime qué te pasa de verdad, por favor; me estás preocupando.

—¿No te da un poco de miedo?

Erase meDonde viven las historias. Descúbrelo ahora