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Todas las cosas. Todas. Todas las que dijo.

Los dedos de Jungkook rozaron el lóbulo de tu oreja cuando se alargaron para recoger el pelo que le tapaba tu rostro; desde el lado izquierdo, el del conductor, el chico se te quedó mirando con una sonrisa de medio lado.

—¿Voy muy rápido?

Diste un pequeño vistazo en su dirección y, devolviendo la sonrisa que te dirigía, negaste levemente con la cabeza.

—Vas genial, tranquilo. Es que tengo la cabeza un poco en las nubes, no te preocupes —musitaste. Guardaste las manos entre tus piernas, ya que las tenías heladas, y Jungkook se estiró para dejar un pequeño beso en tu mejilla antes de encender la calefacción del coche.

—¿Mejor? —No te dio tiempo de asentir cuando el chico las sacó de su escondite para dejarlas frente a la rejilla por la que salía el aire caliente —. Tarda un poco en calentarse, pero no las tienes muy... ¿Innie? —te llamó de repente, muy preocupado —. Estás temblando, Dios... Espera, lo pongo más alto, ¿vale?

—Conduce, va; no te preocupes por esta tontería, que ya entraré en calor.

El semáforo se puso en verde, lo que empujó a que el chico tuviera que continuar su marcha mientras subía la temperatura interior del coche y te echaba vistazos constantes. Trataba de saber qué te ocurría; si te encontrabas mal, si eras presa de un repentino brote de gripe. Esa mañana estabas perfecta de salud, por lo que era un poco extraño que estuvieras experimentando un malestar tan intenso repentinamente.

Y sí, sería extraño si es que fuera eso lo que te pasaba.

En realidad, físicamente te encontrabas... normal. Tibia. Ni bien ni mal; dentro de unos valores saludables y estables, suponías.

—Innie, si te encuentras mal lo dejamos para otro día —comentó el chico. Sin duda debía sentirse preocupado porque estuvieses tan encogida sobre el asiento, porque estuvieses tan callada...

—No es bueno dejar las cosas para más adelante. No las cosas importantes, al menos —razonaste, dedicándole una pequeña sonrisa —. Nunca sabemos el tiempo que nos queda en este mundo como para ir dejando asuntos a medias, ¿no crees?

—Por Dios, cebolleta, no lo digas así, que parece que te estás muriendo y me dan escalofríos —repuso nervioso, dando un rápido vistazo en tu dirección —. Innie...

—No me estoy muriendo, no —contestaste, sabiendo que iba a preguntar eso por pura paranoia.

—Joder, ¡pues no me des esos sustos!

—Yaaaa, vaaale. Perdona.

Tu cabeza volvió a girar hacia la ventana derecha, y la sonrisa que le habías enseñado a Jungkook se esfumó. Tras el cristal, la oscuridad lo cubría todo; a veces se interrumpía por la luz de las farolas. A veces los pequeños cuadrados que iluminaban el interior de las viviendas en la distancia querían engañarte y mostrarte que, más allá de donde tú podías ver, había vida, alegría, amor. Dentro de esos apartamentos lejanos todavía quedaba luz, aunque tú no fueras capaz de ver más que un cuadrado difuso e insignificante.

Notaste de repente, tras otra parada, que la mano de Jungkook trató de que la tuya se calentase más encerrándose a su alrededor. Su tacto te dio escalofríos; el conocimiento de que esa piel fuera la que se pegaba a la tuya valía para hacerte sentir más cálida por dentro.

—Venga, suéltalo, Innie: ¿acaso no te apetece ir a la cena?

La realidad era que no anhelabas precisamente el asistir a una reunión con los compañeros de trabajo de Jungkook, no. Pero no te importaba estar en un sitio u otro mientras pasases la noche con él, por lo que negaste con la cabeza, queriendo decirle que te daba igual.

Erase meDonde viven las historias. Descúbrelo ahora