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Jin, contra todo pronóstico, había dejado que Jungkook te sacase de tu casa. Todavía no te lo creías del todo. Todavía no tenías ni idea del cambio que tu hermano había dado de un día para otro; aunque no te referías con respecto a Jungkook —al que miraba con sospecha y odio a partes iguales—, sino a cómo te trataba ahora. Esa misma mañana, antes de dejarte ir con el "sinvergüenza zarrapastroso" (ese día le había dado por el desafortunado mote), te agarró y te dio un abrazo... y te había comprado un móvil y todo por si necesitabas que apareciese para recogerte y protegerte del malvadísimo Jungkook. En tu nuevo móvil solo estaba el número de tu hermano en la agenda, pero de momento te bastaba.

Obviamente, aunque Jin fuera ahora un hermano distinto al que habías tenido durante toda tu existencia, era difícil que perdiese del todo esa malicia típica de hermano mayor, por eso, la funda de tu nuevo móvil era verde... con un Caterpie dibujado en ella. Quizás tú también habías cambiado un poco, porque sonreíste al verla en vez de ponerte hecha una furia.

—¿Falta mucho? —preguntaste a Jungkook tras mandarle un mensaje a tu hermano diciéndole que estabas bien. Era el tercero que le enviabas tras salir de casa. Maldita nueva faceta de hermano protector.

—Un pelín; ¿por? ¿Estás cansada o algo? —cuestionó, un poco preocupado de repente.

—Ehhh, no. Lo decía solo porque Jin no para de preguntarme dónde vamos.

—A Itaewon —comunicó más tranquilo—, hemos quedado allí.

—¿Hemos quedado? ¿Ah, sí? ¿Cuándo ha sido eso? —preguntaste con algo de sorna.

—Bueno... he quedado yo por los dos, pero es que no me quedaba más remedio, cebolleta —se excusó, arrugando la naricilla—. Cuando lleguemos comprenderás por qué te lo digo...

Pensabas insistir un poquito más, porque la curiosidad tiraba de ti como si fueras una marioneta; sin embargo, tus intenciones de ponerte pesadita con Jungkook se fueron al traste por culpa de un gesto sencillo e inocente con el que el chico te envolvió de pies a cabeza. En realidad solo era tu mano la que encerraba bajo la suya, pero el calor y la paz cubrieron tu cuerpo y... tu alma misma. No estaba mal ir andando mientras te sujetaba así... Nada mal.

Después de haber hecho prácticamente de todo con él, que te cogiese de la manita no debería ser algo que te escandalizase hasta el punto de tenerte sonrojada. Aunque te alivió darte cuenta de que no eras la única en estar nerviosa y con el color exacto de las llamas de un incendio forestal; las mejillas de Jungkook estaban completamente teñidas de rojo, y si creía que estaba siendo disimulado al mirarte... se equivocaba estrepitosamente.

Desgraciadamente, durante el viaje en metro, el chico tuvo que soltar tu mano para agarrarse a la barra metálica del vagón, ya que todo estaba lleno de gente. Pero sentirte resguardada de esos extraños por su cuerpo, que hacía una especie de barrera tras el tuyo, también estaba bastante bien.

Una vez en Itaewon, las manos volvieron a unirse casi por una especie de efecto magnético que no comprendías del todo. Estabas muy a gustito andando así con él, casi parecía como si fuerais una pareja; casi parecía como si Jungkook fuera tu novio; casi parecía como si a él le gustase que pareciese justamente eso. Y tan feliz como estabas junto a él, manteniendo pequeñas conversaciones que se cortaban abruptamente cuando uno de los dos se sentía demasiado avergonzado como para continuar hablando, comprendiste de repente qué habíais ido a hacer ahí... O más bien, comprendiste con quién había quedado Jungkook en nombre de los dos.

—¡Aquí, chicos! —os llamó una voz femenina que no te costó demasiado reconocer como la de Minji.

La pelirroja (que ahora tenía el pelo larguísimo y rubio) alzaba la mano tras el grito para que la localizaseis sin problema en medio de la marabunta de lo que parecían maquilladores, equipo de cámaras y gente del mundillo del espectáculo en general.

Erase meDonde viven las historias. Descúbrelo ahora