Prólogo

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Con cuidado amontoné la fruta que había conseguido al lado del río y me acerqué al agua para limpiarme un poco la tierra.

Si mi madre me veía llegar así a casa me mataría, había lavado esta ropa el fin de semana.

Hoy era un buen día de primavera, dentro de poco comenzaría verano.

El sol reflejaba en el agua la luz igual que mi reflejo.

Cada día veía como se me marcaban más los huesos en comparación al resto de niños del pueblo, habíamos tenido una buena cosecha este año pero nunca era la suficiente.

Para refrescarme un poco por haber corrido tanto me aparté la espesa mata de pelo negro que tenía fijando más o menos el pelo con el agua y volví sobre mis pasos.

Cargué la fruta en mi ropa y caminé contento de regreso a casa.

Hoy comeríamos.

–Mamá mira! –Salté en cuanto la vi asegurando con cuerdas la vaya.

Y le enseñé con orgullo la fruta que había cogido.

–Te tengo dicho que no se debe robar –Suspiró sin realmente estar enfadada.

Pero me lo agradeció con una sonrisa volviendo a despeinar mi pelo.

Sabía muy bien que no debía robar, pero sino no tendríamos nada que comer hoy, y el viejo señor Frui no se iba a dar cuenta, él ni siquiera consumía toda la fruta que tenía en su terreno, la vendía, que más le daba un par de piezas menos?

Mamá y yo entramos de nuevo en casa una vez arregló la vaya y comenzó a coger las manzanas para meterlas al horno, el resto de la fruta acompañaría a las manzanas cocinadas.

Ese día no cenamos, como muchos otros, pero papá cuando llegó de vender lo poco que nos quedaba de la cosecha de este año trajo consigo un carnero.

Eso significaba que se haría grande y lo comeríamos.

Hacía ya mucho tiempo que no comía carne, así que esa noche me quedé mirando al techo pensando en todo lo que se podría aprovechar.

Seguro si lo cuidábamos muy bien daría mucha más carne de la habitual.

Incluso al día siguiente seguía pensándolo mientras miraba las tierras del señor Frui.

Hoy el señor Frui había recogido más fruta, así que sus árboles estaban más vacíos.

–Eso es robar –Se quejó una voz desconocida haciendo que soltara las dos peras que había cogido.

Me veía desde el otro lado de un pequeño muro de piedras que delimitaba el terreno del señor Frui.

Era un niño de ojos oscuros y pelo castaño claro.

–Y tu que sabes? Estas son mis tierras –Me quejé sabiendo de sobra que ese niño cercano a mi edad no era de aquí.

No debía de ser ni de cerca de estas tierras, su piel era blanca y su constitución era la de un niño sano que siempre había tenido para comer.

–Soy un viajero, mi tío le está comprando fruta al señor ahora mismo, y dijo que sólo era suya –Contestó separándose del muro–. Si no sales lo llamaré.

Y ver que se giraba e hinchada sus pulmones me hizo obedecer sin quejarme.

El señor Frui era temido por los castigos que le daba a los ladrones.

–Por que estabas robando? –Dudó mirándome bien de arriba a abajo.

Si... había mucha diferencia entre él y yo, ya no sólo por su perfecta ropa lisa y limpia, sino por sus zapatos que protegían sus pies de la tierra y por la cara capa que tenía a la espalda.

Plumaje real (Yaoi/BL) Donde viven las historias. Descúbrelo ahora