—Me sigue pareciendo muy raro que nos convoquen así de repente para esto —murmuró Lea mientras recorría conmigo los pasillos subterráneos de la fábrica. Había mucha humedad en el ambiente y tenía que recolocarme de vez en cuando los cabellos blancos del flequillo que asomaban bajo la capucha.
Yo le respondí con un gruñido por lo bajo. Estaba nerviosa. Tenía un mal presentimiento sobre aquello y últimamente mi intuición no me había fallado.
Llegamos por fin al despacho del jefe. Al otro lado de la puerta nos recibieron Bultz, un par de compañeros más y dicho superior. La sala era cuadrada y espaciosa pero mal iluminada por una única bombilla en el centro del techo. Las paredes eran grises, no se habían molestado en cubrirlas de ninguna manera para mejorar su estética.
Lea y yo nos quedamos de pie delante de la simple mesa tras la que estaba sentada el jefe. Al escuchar a Bultz cerrar la puerta a nuestras espaldas se me erizaron los pelos de la zona rapada de mi cabeza. Exteriormente, gracias a mi experiencia en la mafia, aparentaba tranquilidad pero era consciente de la fuerza con la que latía mi corazón.
—Byrne, informe —me pidió Bultz, entrando de nuevo en mi campo de visión a mi izquierda.
—No había nadie en el Bul cuando llegamos ni se encontraron rastro de los dueños —dije con tono firme pero lanzándole una mirada de soslayo al hombre que debería haberse encargado de dar ese informe—. Tampoco había nada que los pudiera relacionar directamente con el hecho de ser mutados y los ataques sufridos.
El jefe apoyó los codos sobre la mesa, entrelazando las manos delante de su rostro. Su expresión era indescifrable y yo me temía lo peor. Podía aparentar seguridad, sin embargo, era perfectamente consciente de la facilidad con la que aquellos tipos podían romper mi fachada.
—La policía lleva rondando ese local desde hace un par de semanas, los cuerpos de seguridad sospechan de ellos, no podemos descartarlos con tanta facilidad, Byrne —me advirtió con un tono neutro que pretendía camuflar una amenaza—. Dime todo lo que recuerdas de esa misión, todos los detalles en los que te fijaste, algún rastro tuvieron que dejar.
—No vi nada fuera de lo normal, señor. De todos modos, no soy la única agente que acudió —reclamé, inclinando la cabeza hacia el lado donde se encontraba Bultz.
El jefe se levantó de su silla y rodeó la mesa para reclinarse sobre ella de brazos cruzados. Sentí a Lea removerse incómoda a mi lado; aquello pintaba muy mal, pero si ella intervenía de golpe sería como declararme culpable.
—Byrne, fuiste la única de nosotros que entró al almacén —la voz de Bultz sonaba acusadora, estaba más que claro que no se fiaba de mí—, ¿qué viste ahí?
Las imágenes de aquel día en el Bul se repitieron en mi cabeza:
>> Mientras los demás inspeccionaban el baño, el recibidor y la zona de estanterías, me metí en el almacén.
Me costó un par de segundo percatarme de un movimiento a mi derecha, entre los estantes.
Me giré en esa dirección pero no había nada. Podía haber sido simplemente el reflejo de la luz del techo en la pared.Seguí recorriendo los pequeños pasillos. Había muchas menos cajas de las que recordaba. De hecho, era muy probable que algunas de las que había en su momento no portasen material para tatuar. Nunca lo sabría.
Fue el llegar al fondo del almacén cuando me llevé la sorpresa.
En la esquina opuesta a la mía, junto a una salida de emergencia medio oculta, había unos ojos de Bambi que me miraban desafiantes.Lucas estaba muy quieto, esperando mi siguiente movimiento. Sabía que no me había reconocido porque en el fondo su expresión corporal escondía un poco de miedo.
Después de mantener el contacto visual unos segundos, tratando de decidir qué hacer, bajé el arma y le hice un gesto con la cabeza para que se marchara.
Abrió la puerta sin hacer el más mínimo ruido y su cabello rubio rojizo desapareció tras ella en cuestión de segundos.
Sí que había visto algo, pero no podía delatarlo, si daba la descripción de Lucas los descubrirían a todos en cuestión de horas.
—Había pasillos de cajas en estanterías metálicas, ninguna de esas cajas tenía armas dentro y también revisé la salida de emergencia en la parte de atrás; daba a un callejón estrecho. No había nadie —respondí con el tono más tranquilo que pude fingir.
El jefe no pareció contento con mi respuesta pues soltó un suspiro mientras negaba con la cabeza y se remangaba la camisa.
—Byrne, es usted una de mis mejores agentes, sería una lástima que no pudiera seguir ejerciendo por culpa de lesiones por no colaborar —una vez más ese tono neutral detrás de las palabras amenazantes. Se despegó de la mesa y se acercó hasta quedar frente a mí. Su respiración caía sobre mi rostro, aunque yo tenía la mirada fija al frente para evitar el contacto visual, no quería retarle así—. Lo preguntaré una vez más, ¿qué vio aquel día en el Bul?
—No vi nada, señor —aquella claramente no era la respuesta correcta porque nada más pronunciarla recibí un golpe en el estómago que me dobló por la mitad.
—Haga memoria, Byrne, algo tiene que recordar —me pidió colocando una de sus manos en mi hombro, obligándome a arrodillarme delante de él. Se agachó a la altura de mi oído y susurró—. Sabemos que ha frecuentado el lugar, seguro que conoce a los dueños mucho más que nosotros.
Apreté la mandíbula y respiré profundamente. Me habían entrenado para soportar cosas muchísimo peores que una simple paliza en caso de que alguna mafia rival me capturase, no temía por ello, temía porque nos descubrieran a todos, temía que los hiciera sospechar aún más de mí. La mafia era el único lugar donde podía estar a salvo y en aquellos momentos sentía que me estaban poniendo a desfilar por la cuerda floja.
Sabía que no podía usar mis poderes para salir de aquella situación. Era cierto que en el Ms. Pepper había logrado controlar a un montón de personas pero había tenido que gritar la orden y había sido pura suerte. No me podía arriesgar a volver a intentarlo, fallar y exponerme.
—Es cierto, señor, he ido un par de veces, pero no conozco a los dueños tanto como usted cree —cambié de estrategia y clavé los ojos desafiantemente en los suyos. Si no me iba a creer por las buenas tendría que demostrarle con un poco de carácter por qué era una de las mejores—. Puedo señalarle qué me fui a retocar o qué me hice nuevo, puedo explicarle la localización de las cosas en el Bul, pero usted me conoce y sabe que no soy una persona que entable amistades con facilidad. No conozco a los dueños y no tengo interés en hacerlo.
Me sostuvo la mirada un par de segundos antes de levantarse y volver a apoyarse contra la mesa. Yo me quedé en mi posición, esperando alguna clase de reacción por su parte.
—Eso es cierto, su fama le precede, Byrne —admitió, bajando de nuevo sus mangas—. Póngase de pie, tengo una última pregunta antes de que se marche —obedecí ignorando el dolor en mi abdomen por los músculos resentidos del golpe y me puse lo más recta que pude—. ¿Dónde estaba justo antes de acudir a esta reunión?
"En una casa a las afueras con los chicos que acabo de jurar que no son mis amigos" respondió mi cabeza al instante. Por suerte, esta vez Lea habló antes de que yo tuviera que inventarme algo.
—Estaba en casa conmigo, señor, alguien había puesto el código de rastreo 1F frente a mi puerta y la llamé para ayudarme a solucionarlo —sin duda, a mí no se me habría ocurrido algo mejor—. Por eso tardamos en acudir.
—¿De qué se trataba?
—Habían señalado mi apartamento como lugar en el que solo vive una chica o 1 Female, para colocarme de objetivo para robos —explicó Lea con tanta calma que hasta yo me lo creí por un momento—. Es un código entre criminales callejeros, nada de lo que preocuparse, ya hemos acabado con ellos.
El jefe se quedó unos segundos en silencio antes de asentir e indicarnos con la cabeza que nos marchásemos.
—Byrne —me llamó justo antes de que cerrase la puerta—, no haga nada raro. El lunes tendrá una operación en la ciudad —fue lo último que oí antes de que Lea y yo nos alejáramos por el pasillo subterráneo de la fábrica.
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Tinta Negra [TN#1]
Science FictionSoy Ciara Byrne y si estáis leyendo esto es que al final he conseguido que no me maten. Mirad, chicos, el mundo está repleto de mutados -o gente con habilidades especiales, para que me entendáis-, y eso a las grandes potencias no les hace demasiada...