27- Lo que cunden unos pantalones de chándal

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—Kiera, guapa, ¿estás muy cansada? —me preguntó Lea cuando me vio tumbada y con los ojos cerrados.

Se acercó a mí con Elon siguiéndola de cerca. Me incorporé torpemente y fingí un pequeño bostezo.

—Esto de ser madre primeriza y soltera de trillizos es agotador —respondí asintiendo—, no puedo ni disfrutar una noche libre —me quejé haciendo un puchero.

El tal Tremp lo disimuló bastante bien pero su expresión cambió radicalmente al oír las palabras 'madre' y 'trillizos'.

—A mí me lo vas a contar, menos mal que mi Pietro se las empieza a apañar bien solito —dijo ella siguiéndome el rollo.

—¿Pietro? —preguntó el joven rico con falso interés. Pude percibir un deje de horror en su voz.

—Sí, es mi niño, tiene ya siete añitos —explicó Lea con una sonrisa orgullosa, llevándose una mano al pecho—. Es una bendición.

Se hizo el silencio durante unos incómodos segundos en los que Elon pareció replantearse toda su existencia.

—B-bueno, si estás muy cansada tal vez deberíais volver a casa con vuestros pequeños —propuso, amablemente echándonos de su habitación.

—Tal vez sería buena idea, Becca —le dije a mi amiga mirándola fijamente a los ojos. Ella entendió que tenía un plan así que accedió con un enérgico asentimiento—. Lo que va a ser una pena es no haber usado esa maravilla —dije señalando la piscina con la cabeza. Discretamente le puse una mano en el brazo a Tremp, que se giró a mirarme—. Úsala pensando en nosotras, por favor —le pedí haciendo un puchero pero concentrándome en usar mis poderes—. Esta noche, media hora después de que nos hayamos ido —que murmurase por lo bajo mis últimas palabras me confirmó que había funcionado.

Me levanté de la cama y fui con paso ligero a por nuestros abrigos y bolsos.

Elon tardó unos segundos en reaccionar y seguirnos.

—Ha sido un placer, me ha encantado conocer tu baño —le dijo Lea con una sonrisa tonta a lo que el chico simplemente asintió.

Una vez nos hubo cerrado la puerta, salimos de aquel hotel lo más rápido que pudimos.

Cuando estuvimos a varias calles del Gran Palace, Lea me cogió de un brazo para que me detuviera.

—Has roto su piscina, ¿verdad? —inquirió, sus ojos verde claro con un destello de malicia.

—Cuatro balas que no van a poder identificar cuando la piscina se rompa —confirmé con una sonrisa triunfal antes de chocar los puños con mi amiga.

La dejé en su nuevo apartamento, en el que de momento no había amenazas, y me dirigí al mío.

De camino fui revisando mis mensajes y la galería para no aburrirme. Había fotos muy viejas en ese teléfono. Algunas con Lea en nuestra antigua casa, antes de mudarnos de ciudad.

Entre las más recientes estaban las de aquella mítica primera fiesta con los chicos. Vi la foto de Lucas inconsciente en el baño y no pude contener una carcajada.

En ese oportuno momento recibí una llamada, y no una llamada cualquiera; era Jinho, a las cuatro de la mañana.

—¿Estás bien? —fue lo primero que pregunté al contestar.

—¿Puedo ir a dormir a tu casa? No quiero molestar a Elya, Rome o a los gatos y he visto que habías estado en línea... —fue su directa respuesta. En su voz se notaba que había bebido y que estaba cansado.

No me lo pensé ni un segundo antes de contestar.

—Mándame tu ubicación y voy a buscarte.

Parece que Gunnar, Jinho y yo compartimos la misma neurona porque la dirección que me pasó coincidía con la del bar en el que había rescatado al sueco un par de días atrás y que, casualmente, yo también había elegido para ahogar mis penas en otra ocasión.

Tinta Negra [TN#1]Donde viven las historias. Descúbrelo ahora