Por supuesto, hice algo raro porque ¿desde cuándo hago las cosas fáciles de forma que me aseguro no meterme en problemas? No, nunca, exactamente.
Volví a la casa en las afueras donde estaban los chicos. Si yo iba a tener una operación el lunes, que mi intuición me decía que iba a ser una caza de mutados, tenía que asegurarme de que ellos se quedaban lejos de la ciudad.
Aparqué el coche frente al porche delantero y entré sin problemas pues alguno de esos cazurros había decidido que era buena idea dejar la puerta principal abierta. Me sorprendió la ausencia de ruido en el interior hasta que me di cuenta de que estaban todos en el patio trasero.Creo que hasta ahora no os había descrito bien la casa por dentro así que procedo a ello para que os hagáis una idea. Al entrar te encontrabas con un pasillo lo suficientemente ancho como para pasar dos personas a la vez, del cual derivaban las demás habitaciones de la planta baja y en cuyo final se encontraba la escalera para subir a los dormitorios. El salón y los baños estaban a la izquierda y el lado derecho estaba ocupado por la descomunal cocina, que era el acceso al patio trasero.
Así que yo decidí aposentarme en la mesa grande central de la cocina para comer algo porque con la movida del interrogatorio mi cuerpo estaba subsistiendo a base del casi inexistente desayuno que había tomado.
Estaba a punto de empezar mi plato gourmet de cereales sin leche cuando la puerta que daba al patio se abrió dando paso a Rome. Llevaba ya unos días alucinando con los conjuntos de ropa que se preparaba el chaval incluso para quedarse en casa. Hoy se había puesto un polo blanco debajo de un jersey color crema, metido por dentro de unos pantalones marrón oscuro remangados y un cinturón ancho. Todo ello combinado con unas Converse negras (ojalá me pagasen por publicidad esta historia), calcetines blancos, pendientes y un par de collares de plata. Si lo viese por la calle habría pensado que era un anuncio andante de ropa.
—Hay una serpiente fuera —dijo Rome nada más entrar en la casa y cerrar la puerta del patio con llave. Se alejó por el pasillo justo cuando se empezaron a escuchar unos fuertes golpes en dicha puerta.
—¡Dejadme entrar! —gritaba la voz de Jinho al otro lado.
—Uuh, parece que se ha enfadado y es peligrosa —tuvo el valor de añadir el canadiense desde el salón.
Rodé los ojos antes de levantarme y abrirle la puerta a chico que entró con cara de pocos amigos, pero tuvo el detalle de revolverme el pelo y dedicarme una sonrisa a modo de saludo.
—Tampoco te estamos pidiendo tanto, Rome, venga, solo esta vez —le pidió al chico que ahora entraba a la cocina con sus gafas de montura metálica puestas y el portátil en las manos—. Deberías hacerme caso, soy el mayor, yo nací primero —le recordó Jinho, cruzándose de brazos en gesto infantil.
—Y si sigues molestándome así, también morirás primero —respondió el otro con el tono más casual del mundo, dejando sus cosas sobre la mesa desde la cual yo estaba observando el espectáculo y comiendo cereales.
Al final, Jinho se rindió y volvió a salir fuera, dejándome a solas con el otro chico.
Una vez terminó de encender y colocar su portátil justo frente a donde estaba yo, soltó un suspiro llamando mi atención.—Kiera, necesito que me hagas un favor —me pidió sacando su cartera de un bolsillo y cogiendo una foto pequeña de esta. Yo lo miraba expectante—. Necesito que le partas una pierna a esta persona —no fui capaz de ocultar mi desconcierto mientras tomaba la foto para ver de quién se trataba.
—Pero... esto es una foto tuya —cuestioné sin entender nada.
—Jinho y Lucas quieren que haga zumba con ellos —me explicó con voz cansada. Ahora todo tenía sentido.
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Tinta Negra [TN#1]
Science FictionSoy Ciara Byrne y si estáis leyendo esto es que al final he conseguido que no me maten. Mirad, chicos, el mundo está repleto de mutados -o gente con habilidades especiales, para que me entendáis-, y eso a las grandes potencias no les hace demasiada...