64- Nunca subestiméis el poder de un bolígrafo

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De vuelta en la sala de reuniones, el ambiente era más tenso que cuando la habíamos abandonado.

Los padres de Taeja habían recogido los papeles de encima de la mesa y el maletín volvía estar a recaudo de uno de sus guardaespaldas.
Nuestro jefe apretaba la mandíbula mientras los escuchaba hablar atentamente. Por otro lado, Bultz nos hizo un gesto con la cabeza para que le informásemos.

—Ha sido un error —mentí tratando de restarle importancia—; los encargados de vigilar la pista no estaban atentos y ha saltado la alarma por una bandada de pájaros —rodé los ojos con una mueca.

No sé si mi excusa fue lo suficientemente buena, o si nuestro superior solo quería enterarse de cómo iba la negociación, porque esas palabras de mi parte valieron para que nos hiciera volver junto al jefe.

—No podemos ponernos en riesgo, hay mucho dinero en juego —advertía la madre de mi amigo, reacomodándose su abrigo, dispuesta a marcharse.

—Lo sé, y los trámites serán seguros para que ninguna parte pierda nada —trató de tranquilizarla el hombre sentado frente a la mesa. Le temblaban ligeramente las manos, por lo que se las frotaba en gesto nervioso. No estoy segura de qué prendía conseguir exactamente de la familia Hwang, pero desde luego parecía importante.

Los embajadores intercambiaron una corta mirada e hicieron una señal a sus guardias, que se colocaron en formación tras ellos y a sus flancos.

—Admiramos el entusiasmo, pero necesitamos pruebas de ello —habló él, sacando unos guantes del bolsillo de su caro abrigo—. No nos gustaría que nuestro nombre quedase marcado por actividades ilícitas —no sabéis lo que me costó evitar que una sonrisa nerviosa se colara en mi rostro.

'Si supierais' pensé, ahuecando ligeramente las aletas de la nariz para contener la risa.

En el segundo de silencio que hubo, capté el sutil sonido que hacían las uñas de Lea al golpear rítmicamente su reloj. Tenía las manos cruzadas a su espalda en posición formal, al igual que yo; y estaba contando segundos. No debía quedar mucho.

—Nunca hemos sido destapados por dos motivos —rebatió nuestro jefe en un último intento de mantener a la poderosa familia en su sala de reuniones—: tenemos el poder económico suficiente como para cubrirnos ante la ley —el matrimonio delante de él se mantuvo impasible. Ellos estaban en la misma situación en lo que a dinero se refería—, y nunca han descubierto nuestras bases.

Ahí fue cuando, con una de las mejores precisiones cómicas que he visto, saltaron las alarmas del nivel subterráneo.

Habían llegado.

La cara de Bultz fue un cuadro y juraría que al jefe le salieron canas de golpe.

Los padres de Taeja no se molestaron en cruzar una palabra más con nuestro superior. Cerraron sus abrigos y salieron por la puerta en menos tiempo del que les costó a los demás reaccionar. Ni siquiera un "Estamos muy decepcionados con este trato", "La cita se ha cancelado" o "Hemos visto una cucaracha al entrar". Fue un adiós radical y repentino. Por un momento me hizo gracia pensar que igual se encontraban con el cuerpo de seguridad al salir. ¿Os imagináis? En plan, ellos saliendo de aquí muy indignados porque no se fían ni de sus sombras ya a estas alturas y un grupo de tíos armados hasta los dientes pasando por su lado de forma claramente hostil. En el caso de que no los detuvieran, seguro que sería una anécdota graciosa para contar en una bonita cena familiar...

Cuando salí de mi trance mental me di cuenta de que estaban llegando más compañeros nuestros a la sala y que Bultz ya andaba gritando órdenes.

—¡Id al bloque de seguridad hasta que se aclare qué está pasando! —nos indicó a los que habíamos rodeado al jefe.

Tinta Negra [TN#1]Donde viven las historias. Descúbrelo ahora