29- Me peleo con Bambi por un sofá, es empate. Más o menos

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Escuchadme, bañarnos ahí era como la mala idea entre las malas ideas.

Eran principios de diciembre, no llevábamos ropa de baño, no sabíamos exactamente en qué condiciones estaba la piscina... Y probablemente no era legal estar allí en esos momentos.

Pero, ¿qué os voy decir? No es como que mi vida se resuma precisamente en hacer cosas seguras y dentro de la ley.

Lucas se dio la vuelta cuando empecé a quitarme la ropa, como si no fuera a verme medio en bolas cuando me metiera al agua. Aun así, me pareció un gesto muy adorable.

Dejamos nuestras prendas y su mochila en los banquillos que había junto al borde para meternos por fin al agua.

—Estará helada —observé muy inteligentemente. Ya, soy una chica muy avispada, ¿eh?

—Si te metes de tirón no se nota —respondió Lucas antes de saltar al agua. Salió un segundo más tarde a la superficie con una mueca por el frío—. Vale, sí se nota, ¡sí se nota!

Me reí de él mientras me volvía a acercar al borde haciéndome un moño alto; me había alejado para que no me salpicara.

Yo me metí poco a poco, primero sentándome junto al agua y metiendo los pies. La parte de la tripa fue más problemática, haciéndome empezar a tiritar.

El chico se acercó a mí, también temblando, peinándose el cabello rubio rojizo hacia atrás.

—Tendremos que aclimatarnos, pero mira esto —dijo tendiéndome una mano para que le siguiera.

Yo la tomé y me dejé llevar hasta el centro de la piscina olímpica. Hacía mucho tiempo que no me metía en una y había olvidado lo gracioso que era intentar andar bien por allí.

Cuando nos detuvimos señaló el techo de cristal.

Se veía perfectamente el cielo y sus estrellas. Al estar alejados de la ciudad todo estaba más claro y definido.

Era precioso. Los reflejos de la luz de la Luna en el agua y las paredes lo hacían todo aún más mágico en la oscuridad de la noche.

Además, solo se nos escuchaba a nosotros movernos por el agua.

—Qué paz —murmuré maravillada, incapaz de apartar la vista del cielo. Sin embargo, en peso de otra mirada sobre mí hizo que la bajase—. ¿Pasa algo? —le pregunté a Lucas al ver que él me veía con una sonrisa tonta en la cara.

—No es nada —me aseguró llevando sus ojos al techo. No puedo asegurarlo por la falta de luz, pero estoy casi segura de que se había sonrojado—, solo parecías feliz.

Asentí a modo de respuesta aunque sabía que él no podía verme.

Podía sentir los latidos de mi corazón con fuerza en mi pecho, pero eran lentos, relajados.

El frío había pasado a un segundo plano, solo sentía calma y comodidad. Y era justo lo que más necesitaba después de los acontecimientos de los últimos días.

Lucas no había sacado el tema de Kale a la luz y no quería ser yo quien lo hiciera. Si el chico quería divertirse y estar tranquilamente en la piscina, tenía todo el derecho del mundo a hacerlo. Ya habría otro momento para hablar de temas más oscuros. A veces es necesario despejar la mente.

Lo miré flotar en el agua con los ojos cerrados. Sus brazos y costados tatuados no dejaban de sorprenderme. Contrastaban mucho con su angelical rostro. Las pecas de su cara tenían un brillo especial esa noche. Su cabello en el agua parecía tan suave, sentí la necesidad de tocarlo.

Tinta Negra [TN#1]Donde viven las historias. Descúbrelo ahora