15- Debería plantearme empezar a ahogar mis penas en limonada

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Así que, sí, acabé a las tres de la mañana en un garito horrible bebiéndome yo sola a palo seco una botella de vodka.

Pasé por mi casa para limpiarme la sangre, cambiarme de ropa y esas cosas que hay que hacer para no parecer una sicaria a jornada completa y me fui en busca de un bar que me acogiera a esas horas.

Tengo como un radar para encontrar esa clase de sitios, así que no me costó mucho.

Mientras bebía, sentada en una banqueta en la barra, como hacen en las películas los que están pasando por una ruptura dolorosa, no podía evitar que un montón de pensamientos cruzaran casi simultáneamente mi cabeza.

No me podía creer que los chicos estuvieran metidos en grupos criminales también... La razón por la que más me dolía era porque de alguna manera, casi inconscientemente, había llegado a considerarlos la única parte normal y segura de mi vida. Ya veía que eso realmente no era así...

Además no se salvaba ninguno, Arthur había dicho el nombre de los nueve. No os voy a mentir, de él, de Gunnar o de Jinho no me sorprendía tanto después de haberlos conocido. Pero, ¿Lucas? Era una de las personas más llenas de luz y más tímidas en algunos aspectos que conocía. Y, ¡¿Taeja?! Eso sí que no me entraba en la cabeza. Taeja para mí era un príncipe inocente, falto de cariño hacia sí mismo pero con mucho que dar... No podía ser cierto...

Pero lo era, Arthur me lo había dicho muy claramente. Ellos habían acabado de alguna manera con el nodo de la mafia local.

Me habría gustado preguntarle cómo lo habían hecho, pero no había tenido tiempo.

Aún con todo, me veía incapaz de dejar de llamarlos mis amigos. Querían robar las obras de arte para ganar dinero y vivir en paz... Por mucha gente que se llevaran por delante, eso ya era mucho más limpio que mi historial con la mafia.

Iba a seguir siendo su amiga... Tal vez llegaban a necesitarme. Pero yo no podía decirles que sabía su secreto, eso implicaría desvelar el mío y sabía que no me lo perdonarían. Además, ser secretamente su enemiga me podía dar cierto margen para protegerlos de mi mafia...

Apoyé el brazo sobre la barra y enterré ahí mi cabeza. Por qué siempre acababa metida en esa clase de líos...

—¿Kiera? —preguntó insegura una voz suave detrás de mí. Sentí una mano grande posarse en mi espalda con cuidado, haciendo que yo soltara un gruñido a modo de respuesta.

No me apetecía en absoluto estar con nadie en esos momentos, ¡mucho menos estar con alguno de los chicos! Pero no pude evitar sentir una oleada de calor dentro de mí al levantar la cabeza y cruzar mi mirada con la de Taeja.

—¿Qué estás haciendo aquí? —me preguntó algo preocupado. Borracha como estaba, odiaba que me hubiera conseguido reblandecer con tanta facilidad.

—Podría decir lo mismo —respondí mirando mi botella, casi vacía, y dándole otro trago.

—Yo te he preguntado primero —rebatió alzando ligeramente una ceja. Su mano seguía en mi espalda como una marca caliente en contraste con el resto de mi cuerpo.

—Y yo te he preguntado segundo —ya, os habéis quedado alucinados con mi lógica aplastante, eh. No, con Taeja tampoco funcionó y algo tuve que responder—. Tenía que asimilar unas cuantas cosas y esto me ayuda a hacerlo —dije simplemente, levantando la botella.

Él frunció los gruesos labios en una mueca casi infantil y me la quitó con cuidado, dejándola en la barra fuera de mi alcance.

—Kiera, hay formas más... saludables de hacer esto —a pesar de lo que estaba diciendo, no sonaba como si me estuviera echando la bronca—. Mañana trabajas, ¿quieres que te acompañe a casa?

Tinta Negra [TN#1]Donde viven las historias. Descúbrelo ahora