49- Tengo como una especie de reproductor de cine siniestro en la cabeza

640 82 70
                                    

El paraíso debe de ser algo muy parecido a lo que sentí yo cuando por fin me senté en la cama mientras Jinho se acababa de secar y vestía. Me dolían músculos que no sabía ni que existían.
Apoyé la espalda contra el respaldo y doblé las rodillas hacia arriba, con las piernas separadas, para poder coger una posición más cómoda y mirar el móvil.

No le había mandado ningún mensaje a Taeja para preguntarle cómo estaba porque no sabía cómo de peligroso podía ser para él pero realmente me preocupaba. Quería asegurarme de que no le había pasado nada malo y estaba a salvo.

Entré a nuestra última conversación, haciendo bailar los dedos sobre la pantalla no muy segura de qué hacer. Finalmente, cerré el chat sin escribir nada.

Abrí el navegador para mirar las noticias en internet cuando sentí la cama moverse un poco. Segundos más tarde, la cabeza de Jinho apareció en mi campo de visión entre mis piernas. Ninguno de los dos dijo nada mientras él se acomodaba, rodeando mi cintura con los brazos y apoyando la cabeza en el hueco de mi cuello. Su pelo mojado me hacía cosquillas.

Sujeté el móvil solo con la mano derecha para poder acariciar su espalda con la otra. Sentí cómo se pegaba más a mí y murmuraba algo que no llegué a entender.

Estuvimos así hasta que acabé de mirar las noticias, tirando el móvil a un lado. Todo era sobre capturas o fugas de mutados. Me parecía increíble cómo los medios de comunicación eran capaces de hacer que el malo pareciera el pobre mutado que estaba escapando para conservar su vida. Aunque, claro, yo también era partícipe en aquello.

Resignada, solté un largo suspiro y me ajusté para poder acariciar el pelo de Jinho también. El chico parecía estar derritiéndose entre mis brazos. Sin embargo, era tarde y yo estaba empezando a tener bastante hambre.

—Deberíamos prepararnos algo de cenar —propuse en tono suave, incapaz de levantar mucho la voz en ese momento. Él soltó un pequeño gruñido a modo de respuesta pero no se movió, si acaso apretó un poco más su abrazo alrededor de mi cintura. No pude contener una sonrisa, ¿por qué era tan infantil a veces?—. Lo digo en serio, tengo hambre.

—¿Qué quieres comer si estoy yo aquí? —se quejó con voz de niño pequeño, enterrando su cabeza aún más contra mi cuello. Esta era una faceta de Jinho que hasta ahora sólo le había visto mostrar con Elya.

—No me va el canibalismo —respondí con simplicidad, haciendo que se despegara de mí, apoyando las manos en la cama para poder mirarme con una ceja levantada en gesto de incredulidad.

—Ayer no parecías pensar lo mismo —me recordó. Abrí los ojos como platos ante esa acusación (que era cierta, pero no pensaba admitirlo). Me recuperé rápidamente y crucé los brazos sobre mi pecho.

—¿Te he dicho alguna vez lo imbécil que eres? —pregunté con una media sonrisa, gesto que él instintivamente copió, poniéndose de rodillas sobre el colchón.

—Sí, pero podrías repetírmelo ya que estamos —propuso imitando mi tono de voz e inclinando la cabeza hacia un lado.

Rodé los ojos, negando con la cabeza en gesto divertido. Mi sonrisa pareció contagiársele.
No apartó su mirada de la mía mientras alargaba una mano hasta mi mejilla, inclinándose poco a poco hacia delante.
Por primera vez, pareció titubear, dudando de si su siguiente movimiento sería bienvenido o no. Yo lo estaba esperando.

Cuando su labios se juntaron con los míos, mis manos volaron a la base de su cuello, apoyándome en él con cuidado para poder sentarme a horcajadas sobre su regazo.

Fue mucho más suave y más lento que cualquier otro beso que hubiéramos compartido hasta el momento.
Sentía su palma caliente sujetar con delicadeza mi cara, mientras la otra recorría mi cintura y espalda hasta rodearme las caderas para asegurarse de que no me caía.

Tinta Negra [TN#1]Donde viven las historias. Descúbrelo ahora