14- Bueno, he tenido sorpresas de cumpleaños peores que esta

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Después de lo ocurrido en el bar, cuando recibí el aviso de que tenía que reunirme con parte del nodo en las afueras de la ciudad para recibir un arsenal de armas, no puedo decir que me quedara precisamente tranquila.

Que nos hicieran ir como a las misiones de incursión, es decir, con la cara tapada por un pañuelo negro hasta debajo de los ojos para evitar que nos reconocieran, no ayudaba.

—No debería tardar mucho —dijo Bultz. Era un tío enorme de pelo oscuro y cejas pobladas. Daba bastante miedo y era uno de los guardaespaldas del jefe de nuestro nodo, que no estaba allí por seguridad pero Bultz había venido a ayudar—. Con todas las alertas disparadas en la ciudad tenemos que hacer esto rápido antes de que alguien nos encuentre.

Tenía razón. Estábamos en una fábrica abandonada ya hace años, pero podían ir a buscarnos allí y estaríamos en un buen lío. Estábamos a punto de recibir armas del extranjero para poder desafiar a la mafia local. Eso supondría iniciar una guerra dentro de la ciudad... Sí, como el cuerpo de seguridad nos cogiera íbamos a estar una temporadita entre rejas e íbamos a fracasar en nuestra misión de conseguir la galería de arte.

Por suerte, nos dieron el aviso de prepararnos para descargar cuando las luces del camión en cuestión empezaron a verse a los lejos.

En la planta baja solamente estábamos por el momento Bultz, Lea y yo. Los demás estaban esperando fuera.

Os he dicho que en la planta baja estábamos solo nosotros tres porque, aunque el resto de nuestro nodo estaba fuera, no estábamos solos dentro.

Dad gracias a que no me puedo estar quieta y decidí acercarme a la puerta de carga por donde iba a llegar el camión. Gracias a ese movimiento en el último instante esquivé el disparo.

—¡Hay un intruso, no entréis! —avisó Bultz a los que estaban fuera. Acto seguido se giró hacia Lea y hacia mí— Id a por la persona que nos ha disparado y acabad con ella.

Hubo varios disparos más que nos obligaron a dispersarnos y cubrirnos por grandes cajas metálicas que había esparcidas y amontonadas de mala manera por ahí.

Cogí mi pistola y vi a Lea hacer lo propio a unos diez metros de donde yo estaba.

Creía saber de dónde venían los disparos más o menos así que le hice una señal a mi amiga para que me siguiera.

El tirador en cuestión no se había movido de su posición porque si no habríamos oído sus pasos. Los disparos dejaron de sonar así que aprovechamos para correr hacia el acceso a la planta superior más cercano: una escalera de mano oxidada y con pinta de poder contagiar con un corte todas las enfermedades que se os puedan ocurrir.

Se escuchó otro disparo mientras subíamos.

—¡Deshacéos ya de él! —gruñó Bultz. Le había alcanzado un brazo que se sujetaba con fuerza.

—A nosotras también nos estaban disparando, imbécil —respondió Lea lo suficientemente alto como para que le escuchara.

Cuando llegamos arriba nos pusimos listas para disparar si fuera necesario. Agachadas y lo más sigilosamente posible nos acercamos al origen de los disparos.

Sin embargo, allí ya solo quedaba el rifle.

Nos detuvimos en seco. Fuera quien fuera el tirador se había movido de sitio sin que lo oyéramos. Pero tenía que seguir por allí, no podía dejar un arma tan cara en medio de una fábrica abandonada.

Y, sí, seguía allí. Lo comprobé de primera mano.

Yo iba detrás de Lea así que mi espalda no estaba vigilada, por tanto, era más fácil de atacar.

Tinta Negra [TN#1]Donde viven las historias. Descúbrelo ahora