—Kim Haedal y Lee Jinho —comentó Bultz, paseándose delante de ellos, observando su pistola distraídamente.
Yo sentía mi corazón latir con tanta fuerza en el pecho que temía que los demás lo escuchasen. Temía por muchas cosas en esos momentos. Temía por la vida de Jinho, temía porque hiciera algún comentario que me costase a mí la vida, temía porque no sabía qué iba a pasar y temía porque no sabía cómo íbamos a salir de aquello.
—Curiosa combinación —continuó mi superior, ajeno a la crisis que yo estaba teniendo—; uno buscado por los cuerpos de seguridad por aliarse con la mafia local pero sin afinidad a ella y el otro perseguido por... prácticamente todos en la ciudad por pertenecer a un grupo criminal. Doble premio, para que luego digan que no existe la buena fortuna —se burló, antes de girarse en mi dirección, todavía con una falsa sonrisa en el rostro.
Sentí la presencia de Lea a mi derecha acercarse un poco más a mí en gesto protector. Nada bueno podía salir de aquel hombre, disfrutaba poniendo al límite a aquellos a su cargo y nosotras dos siempre habíamos sido objeto de tensiones.
—Cuando me lo han contado no he podido evitar alegrarme —siguió hablando Bultz, caminando hacia nosotras con regodeo—: he dicho 'seguro que a Byrne le encantará usar esta oportunidad para demostrar su compromiso con nosotros' —se me erizaron los bellos rapados de la cabeza al oír aquellas palabras, no queriendo aceptar lo que significaban—. Has jurado y perjurado que no conocías a estos chicos delante del jefe, así que supongo que no te importará acabar el trabajo —se paró delante de mí y yo solo quería borrarle esa estúpida sonrisa de la cara de un tiro.
Antes de responder nada, barajé mis oportunidades. Estábamos en medio de un descampado al sol en medio de la nada, había seis personas armadas apuntando a Jinho y al que habían confirmado como Haedal y estaba Bultz junto con un par de compañeros más. En el otro lado, Lea y yo recién llegadas de una dolorosa caza y un par de chavales con aspecto de haberse llevado una buena paliza. No pintaba bien la cosa para un enfrentamiento físico.
—¿Sabe el jefe que los tenemos? —fue lo primero que dije, tratando de mantener un tono lo más neutral posible. Pero me era casi imposible, sintiendo la oscura mirada de Jinho sobre mí.
Tuve que reprimir un escalofrío al imaginar cómo se estaría sintiendo en aquellos momentos. Me odiaba, pensaría que lo había traicionado o vendido a los míos. Apreté la mandíbula con fuerza con intención de bloquear todos esos pensamientos, no era el momento de distraerme.
—Sí, ellos ya se han encargado de dar el aviso —me confirmó orgulloso, como si él hubiera hecho algo del trabajo.
—Y, ¿coincide con que hagamos esto? Creo recordar que los quería con vida —apunté con falsa serenidad.
—Bueno, no sabe nada aún, pero seguro que le alegrará oír que una de sus agentes estrella sigue siendo tan fiel como siempre —tuve que morderme la lengua para no responder, aunque Lea lo hizo por mí.
—Al jefe no le gusta cuando le quitan el trabajo de las manos —le recordó, y no tuve que girarme siquiera para saber que estaba cruzada de brazos y con mirada cansada. Su pose clásica cuando se enfadaba—. Tendrás un castigo por ello, ¿te merece la pena?
Bultz soltó una carcajada que hizo que se me revolviera el estómago. Estaba haciendo todo lo posible porque mi cerebro no entrase en estado de pánico y aquel hombre me lo estaba poniendo muy complicado.
—Oh, señorita Rubio, no te quepa la menor duda de que disfrutaré el castigo sabiendo que habré hecho esto bien —le aseguró con tono de superioridad, haciendo que mi amiga chasquera la lengua.
—Curioso, porque si matases a cualquiera de estos dos chicos te estarías saltando muchas normas del protocolo —combiné yo, apoyando el argumento de mi amiga.
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Tinta Negra [TN#1]
Science FictionSoy Ciara Byrne y si estáis leyendo esto es que al final he conseguido que no me maten. Mirad, chicos, el mundo está repleto de mutados -o gente con habilidades especiales, para que me entendáis-, y eso a las grandes potencias no les hace demasiada...