62- Si habéis visto Men In Black, sabéis de qué va la movida

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Hacer las reservas en el hotel no fue tan complicado como pensamos que sería. El 23 de diciembre nos recibirían entorno a la una de la mañana en Helsinki, Finlandia. Si todo salía bien, por supuesto.

Por raro que parezca, nos resultó más complicado incluso coger los billetes de avión. Pagar por internet no es tan fácil como parece, queridos míos. Sobre todo cuando toda la zona está perimetrada por una caza de mutados de la que formas parte, y pretendes escaparte.

Nuestros compañeros de trabajo no sospechaban nada. Las reuniones con el cuerpo de seguridad para concretar planes sucedían por la noche en parques de jubilados poco transitados por criminales. Y nuestras redadas fueron menos... escandalosas que las últimas que habíamos tenido. Todo un detalle, porque estaba buscándome ya un fisioterapeuta.

Prácticamente todo parecía en orden. Sabíamos la hora concreta en la que se realizaría el ataque, el procedimiento que íbamos a llevar a cabo y cuándo era nuestro momento de huir. Teníamos todo lo necesario para abandonar el país y empezar de nuevo.

Sin embargo, había una cosa que me quedaba por zanjar.

—Ninguno de los chicos venía de ese hotel, ¿no? —inquirió Lea, bajando la tapa del portátil tras recibir la confirmación de nuestra reserva.

—Que yo recuerde, no —respondí pensativa. Era el 21 por la noche y seguía debatiéndome internamente sobre si debía hacerlo o no. Se me agotaba el tiempo.

Mi amiga soltó un suave suspiro a mi lado, levantándose a recoger todo para poder acostarse. Siempre había valorado bastante sus horas de sueño.

—Sabes que vas a acabar haciéndolo igualmente —habló tras unos segundos de silencio—, yo no lo demoraría mucho más.

Sacudí la cabeza para poder centrarme y la busqué con la mirada. Se había agachado junto a las bolsas que habíamos preparado con nuestras cosas. Una mudanza de nuevo no es fácil.

—¿Crees que es buena idea? —pregunté. Las palabras de Lea habían sido ciertas pero valoraba su opinión, siempre cruda, sincera y realista.

—Veo razones para hacerlo y razones para no, ya tu juicio personal entra en qué valores más —observó encogiéndose de hombros como si dijera 'amiga, esta vez la decisión no la voy a tomar yo por ti'.

Asentí con la cabeza, haciendo que ella volviera a su tarea de organizar nuestras mochilas.

Paseé la vista por el suelo unos segundos. Tenía que hacerlo. Una parte de mi cerebro ya había asimilado que era así y no podría irme tranquila de la ciudad sin cumplir. No era fácil, pero tampoco es como que mi vida haya sido un paseíto por el campo...

Me levanté de la silla sin hacer mucho ruido y cogí lo necesario para salir de casa. Nadie me lo había confirmado pero estaba segura de dónde tenía que ir.

En el barrio de ocio de la ciudad, encontrar coches de alquiler en horario nocturno era demasiado sencillo. Cualquiera diría que los utilizaban para actividades poco legales.

La chica que me cobró no parecía en absoluto sorprendida de verme allí y no hizo muchas preguntas, solo quiso asegurarse de que lo devolvería antes de que amaneciera. Eso no iba a ser un problema.

No quiero echarme flores y decir que ya había memorizado el camino de ida, pero es que me orienté genial a pesar de los faros rancios del coche que me dieron. No sabía qué me daba más miedo: si lo que iba a pasar cuando llegase a mi destino, tener un accidente por ser de noche, o que el vehículo se desintegrase de manera espontánea.

Hacía más ruido que la alarma de Lea, así que más me valía aparcar lejos si no quería mandar el plan a la basura por culpa de un motor milenario.

Tinta Negra [TN#1]Donde viven las historias. Descúbrelo ahora