54- Arthur practica puenting y lanzamiento de jarrones profesional

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Dentro del gran edificio nos esperaban los demás. Bueno, no nos esperaban, pero estaban allí.

Al entrar por la puerta principal solo nos recibió Gunnar con una sonrisa triste. Me preguntó cómo estaba y me ofreció si quería algo de comer. Con el nudo en el estómago que se me había hecho nada más poner los pies en el terreno, fui incapaz de aceptar.

Arthur fue el siguiente en aparecer. Me envolvió con sus fuertes brazos nada más verme y me aseguró que iba a estar bien y que todo iba a pasar pronto. Una vez más, yo no tuve el corazón de decir que había sido mi culpa todo lo ocurrido, así que me limité a devolverle el abrazo.

—Lo siento por haber desaparecido estos días y no haberos mandado ningún mensaje —fue lo primero que logré decir, siendo consciente de que había dejado de dar noticias yo también después de lo ocurrido.

—No te preocupes, imaginamos que no estarías pasando un buen momento —me consoló Gunnar, poniendo una mano amable en mi hombro—. Por eso Lucas ha tardado más es ir a por ti.

Cuando me giré hacia el aludido para ver cómo confirmaba aquello con un gesto de la cabeza, vi también por detrás de él a Rome bajar las escaleras del piso superior.

Se acercó a nosotros sin hacer ruido hasta colocarse detrás del chico pelirrojo y pasarle un brazo por los hombros. Lucas parecía diminuto a su lado.

Tras una breve conversación en la que nos quedó muy claro a todos que ninguno de nosotros estaba precisamente bien, el canadiense sugirió que subiéramos a ver a Elya.

Lo había estado pasando muy mal después de la noticia. Al fin y al cabo, Jinho había sido su primer amigo en el grupo.
Cuando subimos, estaba en su habitación con Sol, Luna y Estrella acurrucados en la cama junto a él, quien los acariciaba sin prestar mucha atención a lo que estaba haciendo, claramente sumido en sus pensamientos.

No se movió de su posición hasta que no nos vio entrar a todos y dirigirnos hacia su cama. Entonces se incorporó como pudo, poniendo una mueca de dolor ante sus músculos atrofiados.

—¿Venís en conjunto a pedirme que me duche? —su voz sonó ronca, como había sonado la mía al llevar muchos días sin usarla.

—Yo con que comas un poco estoy contento —le pidió Arthur, sentándose con cautela a su lado. Elya lo miró de reojo con los labios fruncidos, pero asintió accediendo a la propuesta de su mayor.

Lucas se colocó delante de él y extendió sus manos en gesto tentativo para ver si el otro las tomaba. La sonrisa del primero fue grande y brillante cuando Elya aceptó y enganchó sus dedos con los del otro chico.

Gunnar parecía a punto de decir algo cuando Rome, que se había acercado a la ventana para abrirla y ventilar la habitación, dio la voz de alarma:

—Vienen coches negros otra vez.

Os juro que casi se me para el corazón.

Bajamos todos lo más rápido que pudimos a la planta de abajo. Sin embargo, cuando fuimos a salir al jardín trasero como habíamos hecho la otra vez, vimos que ya habían aparcado allí un par de vehículos.

La adrenalina volaba en mis venas mientras los seis intentábamos buscar dónde meternos para que no nos vieran así de primeras.

—Dad gracias a que ordené todo esto compulsivamente en plena crisis emocional y no se nota que ha habido cinco despojos humanos viviendo aquí —farfulló Rome, empujándonos de nuevo arriba al ver que no había ningún buen escondite allí.

Solo fue cuando acabamos de subir la escalera que nos dimos cuenta de que Gunnar y Lucas no estaban con nosotros.

—Habrán bajado al sótano —supuso Arthur, abriendo camino hacia el final del pasillo cuando se empezaron a escuchar pasos por la escalera.

Tinta Negra [TN#1]Donde viven las historias. Descúbrelo ahora