Por supuesto, hasta que ese 22 de diciembre llegase había que disimular. No era cuestión de que sospechasen de nosotras más de lo que ya lo hacían.
Así que día nuevo, caza nueva.
Dejé a Elya y Lucas una vez más durmiendo en el apartamento. Me habían avisado de que se reunirían con los chicos por la mañana pero que no iban a madrugar.
Al parecer Rome había tramado un plan para infiltrarse en el Eros que resultaba bastante factible. Tenían que recuperar unas cuantas cosas de su almacén de armas, ajustar detalles y fecha, y listo.
Yo aproveché que los dos chicos dormían como muertos en mi cama para ponerme mi atuendo de trabajo. Obviamente, no el del Ms. Pepper. Y salí a la calle, donde ya me esperaban Bultz, Lea y un par de compañeros con el coche.
Sí, me temblaban las piernas solo de pensar que en mi casa escondía a dos fugitivos buscados por mis queridísimos compañeros, pero lo disimulé como pude.
La verdad es que todo fue bastante tranquilo al principio. Nosotros estábamos haciendo ronda, no íbamos detrás de nadie en concreto, de forma que mis pulsaciones no superaban a las de un perezoso en reposo.
Las calles estaban relativamente vacías. Hacía mucho frío y había muchas patrullas por la cuidad. La gente no quería arriesgarse a que sospecharan de ellos o a presenciar alguna escena poco agradable.
A pesar de no ser fin de semana, había muchas tiendas y locales con las persianas cerradas. No había que ser muy espabilado para saber que a la mayoría de ellos se podría acceder igualmente por una puerta trasera o algo del estilo, pero así se ahorraban problemas.Pasamos por delante del Eros.
No había muchas personas visitando, lo cual afectaba considerablemente a la imagen que yo tenía del museo. Un gran edificio de mármol blanco, que recordaba a un gran templo griego. Antes iluminado de forma brillante por la luz del Sol, ahora sombría en la neblina de diciembre.
Como la cosa se pasaba casi de tranquila a aburrida, decidimos aparcar y entrar a un bar a almorzar. Los sicarios también comen.
Así que ahí estábamos nosotros, a las once de la mañana, merendándonos un bocadillo en un bar cutre vestidos con nuestros hostiles atuendos de trabajo.
Ahí fue cuando la cosa se puso intensa.
Al acabar, pagamos y recogimos, tapándonos las caras de nuevo, para volver al coche. Fue nada más salir por la puerta. No nos dimos cuenta de que había dos personas encapuchadas pasando andando por ahí y el hombro de una de ellas chocó con el de Bultz.
Mi superior se giró para recriminarle que mirase por dónde iba pero se detuvo al distinguir una marca muy clara: la persona con la que se había chocado desprendía un brillo azulado por las manos. Era un mutado griego.Bultz alcanzó a sujetarle la muñeca para detenerlo pero el chaval se soltó de un tirón sin girarse, y él y su compañero huyeron corriendo.
Y así es como da comienzo una persecución.
—Dos al coche —ordenó el hombre rabioso porque se le había escapado el chico en sus narices—, cerradles el paso.
Lea y yo ignoramos eso y empezamos a seguirlos a pie. Aunque es muy complicado correr con armas encima, si nos parábamos a disparar había muy pocas probabilidades de que acertáramos.
Los dos chicos doblaron la primera esquina a la derecha, abandonando la gran avenida. Pretendían hacer que los perdiéramos de vista, no querían un enfrentamiento directo.
Cuando llegamos a ese punto nos encontramos con una larga calle de tiendas y ni rastro de ellos. O se habían escondido en algún local o estaban en un callejón.
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Tinta Negra [TN#1]
Fiksi IlmiahSoy Ciara Byrne y si estáis leyendo esto es que al final he conseguido que no me maten. Mirad, chicos, el mundo está repleto de mutados -o gente con habilidades especiales, para que me entendáis-, y eso a las grandes potencias no les hace demasiada...